Este es el segundo capitulo de Verdades ocultas. Espero que os guste.

Capitulo 2: El comienzo de la investigación.
 A los pocos minutos el club estaba abarrotado de numerosos agentes de policía con sus brillantes placas y sus armas sin disparar. Ninguno de ellos tenía la perspicacia necesaria para encontrar una huella, y mucho menos de encontrar a una persona, como era el caso. Al fin de cuentas se trataban de unos ineptos vestidos de uniforme, aunque debo admitir que a veces pueden llegar a sorprenderte gratamente. No estaban solos, el comisario y viejo amigo, John Vegan les acompañaban para ayudarles con la investigación. Estaba apoyado contra la pared, al lado de la puerta, observando como el viejo comisario entraba en el camerino con aires de superioridad. Me daba la espalda pero eso duro muy poco. Se volvió para brindarme su cínica sonrisa.
_ Me alegro de verte, viejo amigo._ Saludo cortésmente, aunque el significado oculto de sus palabras expresase todo lo contrario. Me habría bastado escuchar: “¿Qué demonios haces aquí?” para comprender la falsedad de su comportamiento. No me tragaba, y a mí me sucedía lo mismo con él.
_ No puedo decir lo mismo._ Conteste con burla.
_ ¿Y qué te trae por aquí?_ Pregunto haciendo hincapié en mi presencia. _ No deberías estar husmeando en un simple caso de secuestro. No hay crimen con el que puedas regocijarte y dudo mucho que la señorita Victoria Perb te haya contratado. _ Explico basándose en su absurda teoría. No había estado ni dos minutos dentro de la habitación, para concluir que solo se trataba de un secuestro. ¡Hasta un niño pequeño hubiese deducido esa absurda idea!
_ ¿De verdad piensas que se trata de un secuestro?_ Pregunte con sarcasmo._ Yo diría que estás equivocado pero…_ Solté una breve risita de superioridad. Él no era tan listo como se pensaba y la prueba estaba en todos aquellos casos que él consiguió resolver a mi costado, cuando éramos compañeros.
_ Si tienes una hipótesis… ¿por qué no la compartes conmigo?_ Sugirió.
Me encogí de hombros. No iba a perder nada por darle un par de historias. Lo más que podía conseguir era su risa despreciativa y después acabar riéndome yo de él. Ese era un círculo vicioso que disfrutábamos como unos niños pequeños.
_ Si hubiese sido un secuestro… ¿Por dónde crees que habrían entrado?
_ Dímelo tú._ Contesto evasivamente.
_ Este club solo tiene dos puertas que dan al exterior. La entrada, por la cual dudo mucho que entrasen ya que no hubiesen pasado desapercibidos por una camarera, una dama sentada en una mesa del centro cuya vista estaba centrada en el pasillo que dirige al camerino y por un detective que se encontraba, casualmente, sentado en la barra.
Levantó la ceja extrañamente sorprendido por revelarle que me encontraba en el lugar y en el momento equivocado.
_ ¿Y…?_ Insistió impaciente.
_ Solo podían haber entrado por una puerta, y suponiendo que se trataban de dos personas._ Señale la única puerta del camerino._ Esa puerta lleva al exterior y como se puede apreciar a primera vista no ha sido forzada. Solo pudo entrar estando la puerta abierta o siendo invitado por la víctima.
_ Pudo haberse dejado la puerta abierta._ Contestó divertido.
_ Entonces, ¿por qué volvió a cerrar la puerta?_ Conteste dejando salir mi lado sarcástico._ Como puedes observar todo ha sido revuelto, aparentemente a causa de un forcejeo, cerrando la puerta tras su marcha como haría rutinariamente.
_ ¿Está sugiriendo que todo ha sido preparado? No me haga reír._ Soltó con cierta burla aunque había un poco de recelo en su voz. Seguramente no quería admitir que yo tenía razón.
La joven camarera que escuchaba la conversación desde el pasillo entro al camerino para confirmar mis sospechas.
_ La señorita Victoria cerraba siempre con pasador. Era imposible entrar por esa puerta porque la cerraba o me aseguraba yo de hacerlo.
Sonreí victorioso.
_ Esto resulta bastante extraño, querido amigo.
_ Supongo que ella conocía al secuestrador porque de otra manera no habría podido entrar por detrás, ¿no crees comisario? Pero existe la posibilidad de que nuestra víctima de secuestro no lo sea realmente.
_ Muy agudo, siempre has tenido buen ojo para los detalles. Pero me gustaría que me dejara trabajar y siguiera con sus conclusiones en otro lugar._ Después de aquellas palabras tan duras pronto me di cuenta que se había molestado. Evidente, me estaba acercando a lo que realmente pudo ocurrir. En verdad había muchas papeletas que indicaban la veracidad de mis sospechas.
Me aparté quedándome en la puerta. Pero después de observar cómo algunos agentes pasaban desapercibidas algunas pruebas, y las grandezas de mi viejo amigo, el comisario, decidí desaparecer del lugar del crimen (por expresarlo de alguna manera).
Camine por el largo pasillo hasta llegar al gran salón donde me detuve. También estaba invadido por numerosos agentes. Se dice en esta ciudad que es necesario ser famoso o millonario para que la policía decida mover un dedo, y gracias a eso puedo conseguir trabajo.
Encendí un cigarrillo y me dispuse a fumármelo tranquilamente, y mientras eso ocurría una conclusión me llego a la mente, como si se hubiese tratado de una bombilla que se había encendido de repente después de estar apagada lo bastante como para no funcionar. Me acerqué a la camarera de la barra que estaba siendo interrogada por otros agentes.
_ Disculpe señorita, ¿Me podría facilitar la dirección de la vivienda de Victoria Perb? _ La joven me miro extrañada pero enseguida cogió una servilleta donde me apuntó la dirección que gustosamente me facilitó.

Salí inmediatamente de aquel lugar, bajé por las escaleras mientras dos agentes hablaban de lo afortunado que había sido estar trabajando al lado del comisario. Si hubieran sabido que era incapaz de resolver un crimen aunque tuviese al asesino junto al cadáver, seguramente no habrían estado dando tantos saltos de alegría. Caminé hacía mi coche que había dejado estacionado enfrente del edificio. Rápidamente me subí y arranque alejándome del lujoso lugar. Según la dirección que me había apuntado la joven, el lugar se trataba de un complejo de apartamentos lujosos. Me bajé del coche, dirigiéndome a su interior. Llegué a la recepción donde un hombre cincuentón, de tez oscura, era el encargado.
_ ¿Me podría facilitar la habitación de Victoria Perb?
_ Sí, la habitación 254. Suba a la cuarta planta.
Seguidamente entré en el ascensor, presione el botón que indicaba la cuarta planta y mientras la inadecuada musiquilla sonaba, esperé. Al minuto escaso, las puertas del ascensor se abrieron, el largo pasillo con suelo aterciopelado de rojo apareció ante mis ojos. Caminé hasta acabar delante de la puerta de la habitación de Victoria. Dispuse a golpearla con los nudillos, pero para mi sorpresa no fue necesario. La puerta se abrió delante de mí. Entré dentro dando pasos silenciosos, busque con la mano el interruptor para encender la luz de la habitación. Algo dentro de mí ya me lo advirtió. Fui necio al no escuchar esa maldita voz de aviso. Encendí el interruptor. La luz descubrió su cuerpo sin vida. Arrodillada en el suelo con ambas manos extendidas encima de la cama, un afilado cuchillo clavado en el centro de su espalda, y su rostro, sus ojos abiertos por la presencia de la muerte. Se encontraba encima de un gran charco formado por su propia sangre. En ese momento solo podía hacer tres cosas: buscar cualquier prueba que el asesino hubiese dejado, llamar a la policía para informar de lo sucedido y encontrar al asesino.
Me acerqué al teléfono de la habitación, y mientras marcaba los números no podía dejar de pensar en la ironía que suponía encontrarme en el lugar donde se había producido el verdadero crimen, y ellos perdiendo el tiempo en una escena donde claramente se percibía un falso secuestro. Dejar el crimen en manos del comisario tendría dos consecuencias, la primera, por fin sabría la ciudad la clase de inepto que era pero…, también significaría no resolver el crimen. No podía dejar este caso en manos del comisario. ¿Por qué tenía tanto interés en resolverlo? Supongo que la primera vez que Victoria Perb fue a contratar mis servicios con pocas pruebas que respaldarán sus sospechas pensé que se trataba de una falsa alarma, y ahora, ver su cadáver sobre un inmenso charco de sangre me hacía sentirme el ser más despreciable por no haberle tendido la mano cuando ella me lo pidió. Solo puedo compensarla encontrando al asesino.
            _ “The Victoria´s Saloon”_ Contesto una mujer al otro lado.
            _ ¿Podría ponerme en contacto con el comisario John Vegan?
            _ Por supuesto.
            A los pocos minutos escuché como el comisario se acercaba al auricular a regañadientes, comentando en voz alta que no era el momento para ser interrumpido por una llamada sin importancia.
            _ John Vegan._ Contesto.
_ Acabo de hallar el cadáver de Victoria Perb en su apartamento._ Le dije al comisario al otro lado de la línea. Éste fue incapaz de articular palabra cuando escuchó la noticia.
_ ¡No toque nada!_ Grito alterado.
Seguidamente, con rapidez, colgó dejándome con dos palabras en los labios. ¡Eres Estúpido! Me habría encantado decírselas. Ahora solo quedaba esperar a que los refuerzos llegasen a escena.

Mientras la policía analizaba la escena del crimen en busca de cualquier prueba, yo me dedicaba a observar en silencio todo mí alrededor, buscando cualquier objeto que resultara inusual. El apartamento no se encontraba revuelto como su camerino sino que estaba muy ordenado y limpio, y las ventanas estaban abiertas con la intención de ventilar el interior. Todo parecía estar en su sitio correspondiente. Pero encima de la cama se hallaban unas maletas a medio hacer, un billete de tren que sujetaba su mano con firmeza, y lo más inusual, un anillo de compromiso tirado a su lado. Parecía haber sido colocado a propósito. ¿Con qué intención? A primera vista daba la impresión de haber sido colocado por el asesino. Podía resultar la opción de haber sido lanzado por un arrebato de rabia pero si eso hubiese ocurrido de esa manera, el anillo hubiese acabado más alejado del cuerpo. Cogí el anillo para observar una pequeña inscripción. Las iniciales “V & R, forever”.
_ ¿Qué opinas?_ Me pregunto el comisario, apareciendo a mi lado con un maldito fantasma sigiloso.
Con un cadáver delante de nosotros se mostraba más interesado en conocer mis puntos de vista. Ahora se mostraba más reacio para conseguir resolver un crimen que le venía grande. Puede que yo estuviese en su misma situación, pero algo nos diferenciaba, no estaba dispuesto a tirar la toalla.
_ A ti te lo voy a decir._ Le conteste evasivamente. Cada vez que había compartido información sobre algún que otro determinado caso, él había acabado por llevarse todos los méritos. Maldito aprovechado.
_ ¿Acaso tienes pensado trabajar en este caso?_ Pregunto interesado.
_ Eso no es asunto tuyo.
_ Comisario, he encontrado algo que le puede interesar._ Explico un joven agente de policía, apareciendo en el momento oportuno para terminar el interrogatorio.
_ Si me disculpas._ Se despidió torciendo una sonrisa de suficiencia.
Caminó hacia la habitación donde se hallaba el baño. Pero lo que allí hubiese carecía de importancia cuando todo lo evidente estaba delante de mis ojos. Tanto el billete en su mano como la maleta sin hacer indicaba que estaba decidida a huir y hacerse pasar por desaparecida pero ¿Para qué propósito? Seguramente su visita a mi oficina y lo sucedido en su camerino fueron productos de su plan para huir, aunque por desgracia no obtuvo la meta deseada, alguien la sorprendió en el mismo instante que iba a desaparecer. Seguramente hubo una terrible discusión, lo que no puede explicar que el anillo se encontrase tirado a su lado. Discutieron hasta que el asesino acabo apuñalándola. Solo basto una vez para acabar con su vida en el acto pero viendo como sus manos están agarradas a las sábanas, ella debió de morir lentamente hasta que consumió la última gota de vida que le quedaba en el cuerpo. Un crimen apasionado por… ¿celos? ¿Despecho? Cualquier motivo lo podía respaldar. Pero el anillo era lo único que no parecía encajar allí. Si mi sospecha era acertada, ¿por qué dejaría el asesino un objeto que le era tan preciado? ¿Un anillo de compromiso tirado al suelo para que la policía lo encontrase? Daba la impresión de haber sido colocado a propósito. Sin embargo, no solo debía de responder a esas cuestiones. ¿Quién más conocía sus intenciones? ¿Con quién tenía pensado huir? ¿Qué pretendía con todo esto?

Más tarde entre en mi oficina, empuje la puerta con la mano, escuchando como se cerraba tras de mí. Deje caer mi cuerpo cansado encima del sillón. Acto seguido lleve los pies encima del escritorio. Saque la pitillera que guardaba en el bolsillo de la chaqueta, cogí uno de los cigarrillos que guardaba en su interior, lo encendí y mientras saboreaba la primera calada mi secretaria apareció interrumpiendo la tranquilidad que estaba disfrutando.
_ Jefe, ¿Necesitas algo antes de irme a casa?
_ Puedes irte tranquila.
_ Entonces, hasta mañana._ Se despidió.
Acto seguido cerró la puerta. Veía su silueta reflejada en el cristal alejarse a grandes zancadas. A veces resultaba un incordio. Si no se pasaba la mayor parte del tiempo limándose las uñas, estaba cambiando las cosas de lugar. Razón por la que prefería mil veces estar fuera de la oficina que tener que observarla. Sin embargo, también he de admitir que era bastante producente cuando le salía la gana, aunque esto no viene a cuento.
De todos modos, me resultaba difícil dejar de recordar todo lo que había estado sucediendo, como la discusión entre las dos mujeres, el amante desechado y frustrado, la falsa desaparición y la escena del terrible y trágico crimen. Las horas transcurrieron, y yo sumergido en el océano de los pensamientos hasta que el sueño me invadió en el mismo instante de la aparición del sol, cuyos rayos no calentaban mis parpados por culpa del sombrero que cubría todo mi rostro.

Cuando desperté, gracias a la colaboración de mi secretaria, decidí volver al local de la víctima para empezar con la investigación. El lugar estaba casi desierto, si no fuera por la camarera de la otra noche. Por lo visto, a pesar de no tener jefe, debía seguir con su labor, por no decir que alguien se ocupaba de que así lo hiciera. Me acerqué a la camarera, seguramente me debía de conocer bastante ya que pasaba demasiado tiempo cerca de su lado. Me senté en la barra, dejando el sombrero encima y pedí la especialidad de la casa que gustosamente me sirvió.
_ Señorita, soy el detective Mathews, me gustaría hacerle unas preguntas si es usted amable de contestármelas._ Le pedí cortésmente.
_ Puede llamarme North, Adriana North._ Me sonrió dulcemente pero en sus ojos me extraño no ver tristeza alguna o cualquier sentimiento similar, sino que más bien podía hallar cierta indiferencia con lo que había sucedido.
_ ¿Conocía usted bien a la señorita Perb?
_ Sí, éramos amigas desde hacía bastante tiempo._ Hablaba mientras sus manos se mantenían ocupadas secando las copas de cristal._ Cuando me quedé arruinada ella me ofreció trabajo como camarera para ayudarme a pagar una deuda. Fue bastante gentil por su parte pero cada acción buena trae consigo un inconveniente o un favor a cambio de otro._ Suspiro._ Aprendí esto gracias a ella._ Explico con cierto recelo en su voz.
_ Veo que es muy sincera a la hora de hablar de ella._ Conteste con sarcasmo.
_ No tengo nada que ocultar y ahora que no está ha llegado el momento de que alguien sepa cómo era en realidad, ¿no cree?_ Lo dijo entonando cierto sentimiento de odio al pronunciar cada una de esas palabras.
_ ¿Y cómo era?_ Seguí insistiendo. Puesto que ella estaba dispuesta a colaborar, yo no iba a impedírselo, y mucho menos, no aprovecharme del momento que me estaba brindando. En eso consiste el buen trabajo de un detective, sacar información de cualquier manera, aunque resulte ridícula o inapropiado.
_ Ella…, verá…_ Sus manos se quedaron quietas. En menos de un segundo ella había colocado el codo encima de la barra, tenía medio cuerpo apoyado en ella y se encontraba lo suficientemente cerca para revelar cualquier detalle sin que nadie la descubriera en el acto. _ Además de tener una belleza sorprendente, una voz sensual, ser tan famosa y estar rodeada de tanta fortuna, era una maldita víbora y una cualquiera ya que no le bastaba con utilizar a los hombres para conseguir sus caprichos sino que jugaba con ellos. Ningún hombre estaba a salvo de caer en las redes de su encanto. Más bien, era una manipuladora y una arpía que no le importaba pisotear a los demás para conseguir lo que le interesaba. Y créame cuando le digo que conseguía todo lo que quería de ellos. Desde joyas hasta grandes y complicados favores. _ Cada una de sus palabras radiaba odio, rabia, y puede, que hasta cierta frustración. Por un lado, daba la sensación de idolatrarla como a una estrella de cine pero esa sensación desaparecía cuando dejaba salir sus sentimientos más ocultos.
_ ¿No teme que la malinterpreten hablando de esa manera de una mujer que acaba de ser asesinada?_ Le pregunte indirectamente por no lo decirle que con solo escucharla ya estaba en mi reciente lista de sospechosos.
Ella se encogió de hombros.
_ El tiempo de ocultar o de silenciar las verdades ha finalizado. Ahora, solo puedo expresar lo que realmente pienso sobre una persona aunque ya no se encuentre entre los vivos. Y si de esta manera consigo ayudar en la investigación, no me importa que me tomen por una mera sospechosa. _ Comento torciendo una sonrisa suspicaz.
_ ¿Sabe si alguna vez se comprometió con algún hombre?
_ No. Aunque…, todos los hombres a los que encatusaba les regalaban alguna que otra joya o ramo de flores, lo que le antojase. Pero nunca estuvo comprometida, y dudo que ella aceptase si podía disfrutar un poco más de su libertad.
_ ¿Conoce usted a la mujer de blanco que estuvo toda la noche sentada en una de las mesas?_ Bebí el primer sorbo a la copa de Whiskey, la gran especialidad de la casa.
_ Ah, sí. Estela Valls. Una vieja amiga de las dos. Es una mujer bastante bella ¿no cree?_ Pregunto arqueando una ceja._ Además, posee una gran fortuna que heredo de sus padres, pero por desgracia nunca ha sido afortunada con los hombres ya que todos se los robaba Victoria._ Soltó una breve sonrisa divertida._ Nunca hubo problemas entre ellas dos hasta que un hombre en especial provocó que la amistad de ambas acabara en un odio eterno. Lo más curioso es que nunca discutieron, ni mucho menos cuando ella descubrió el romance que los dos mantenían en secreto. Solo…_ Giro la cabeza hacia la puerta. Cuando la volvió hacia frente aún mantenía esa sonrisa divertida en el rostro._ Ahora si me disculpa seguiré con mi trabajo sino tiene más preguntas al respecto.
_ Solo unas preguntas más sino le importa ¿quién era el hombre?
_ Javier Roswell, un encanto de hombre pero un maldito Casanova. No tenía escrúpulos en dar esperanzas a las mujeres y, mucho menos, en conquistarlas. _ Hizo una pausa._ Él y la señorita Valls se conocieron por casualidad. Durante bastante tiempo se les veía juntos._ Levanto la mano para señalar una de las mesas del fondo, justamente en la misma mesa donde se sentó la noche anterior._ Solían sentarse por esa zona._ Bajó la mano para seguir con su labor._ Se podría decir que ella se enamoro locamente de la persona inadecuada. Cuando le presento a Victoria, él o tal vez ella, no sabría con exactitud quien comenzó el juego de seducción. Solo sé que él acabo en su redes y le rompió el corazón a la señorita Valls.
_ ¿Quién tendría motivos para matarla?
Volvió a torcer en sus labios esa sonrisa divertida. No se sorprendió de ella.
_ Todos son sospechosos._ Contesto encogiéndose de hombros._ Cualquiera ha podido matarla.
_ ¿Incluida usted?_ Ella ya comenzaba a enmarcar el primer puesto en mi lista de sospechosos.
Una persona tan directa, sin nada que perder, con diversos sentimientos contradictorios aflorando en cada una de sus palabras. Tenía motivos, pero ¿oportunidad también? No. Había estado durante toda la noche en la barra, sin poder moverse de ella pero tal vez encontró a un socio que se ocupo de lo que ella habría deseado hacer.
_  Es verdad que tengo motivos para matarla pero nunca la habría puesto la mano encima, no soy el tipo de personas que puede acabar con la vida de una persona sin arrepentirse después. Nunca la habría matado, y además, usted sabe que yo no pude moverme de aquí. _ Explico ciertamente dolida por haberla señalado como sospechosa. En este trabajo he aprendido a sospechar de todo el mundo, solo así se consigue hallar las respuestas buscadas.- ¿Alguna pregunta más?
_ No, gracias por su colaboración_ Me volví pensativo por la información adquirida y dejé que la primera testigo se marchara. Conclusión con los datos recogidos: no era una mujer tan ejemplar como había pensado sino al contrario, una víbora en cuanto a la hora de cazar hombres y jugar con ellos, algo que intentó conmigo desde un principio.
Inconscientemente mis ojos siguieron el campo de visión donde Adriana North se había concentrado en mitad de la conversación. Allí estaba ella, la señorita Estela Valls, entrando por la puerta y dirigiéndose a la barra donde me encontraba. Hipnotizado, mis ojos siguieron cada de uno de sus movimientos, observando el enorme abrazo en la que las dos se fundieron como si el tiempo hubiera hecho la distancia entre ellas un siglo sin verse, y no se hubieran encontrado si el destino no lo hubiera permitido. Cuando se separaron, Adriana volvió a la barra donde se dispuso a seguir su trabajo. Estaba sentada justamente a mi lado, lo que no impidió que ella me viese de reojo. Sabia de mi presencia pero intentaba ignorarla a pesar de lo imposible que le iba a resultar.
_ Señorita Valls, me gustaría hacerle unas preguntas sobre...
_... Lo sucedido ayer noche. Sobre la misteriosa muerte de Victoria, ¿Me equivoco o por el contrario he acertado?_ Masculló con cierto aire juguetón pero al mismo tiempo indiferente.
_ Ha acertado_ Conteste encantado. De alguna manera había conseguido sacarme una sonrisa._ ¿Me puede decir que relación mantenía con la señorita Perb?
Consiguió sorprenderme cuando pidió una copa de ginebra y sonrío como si hubiese sabido en cualquier momento la pregunta que mis labios iban a pronunciar.
_ Fuimos amigas durante un tiempo y después…, digamos que la situación cambio. Es lo único que le puedo decir, detective._ Hizo hincapié en esa última palabra.
Me quedé impresionado, había conseguido adivinar mi profesión. Podría haberme llamado agente, comisario o incluso, periodista, y en cambio, había conseguido acercarse tanto que la sorpresa me heló por dentro. Intenté controlarme por un instante. Si ella estaba dispuesta a jugar con los aciertos, yo también podía hacer lo mismo.
_ Veo que es usted muy inteligente, ¿Cómo ha sabido mi…?
_ Su vestuario lo dice todo, y además su forma de hablar. Ahora si me disculpa debo irme. _ Bebió la copa de un trago y se levantó alejándose de mí pero tenía que detenerla.
_ ¿Qué sucedió para que os dejarais de comunicar? ¿Qué sucedió con Javier Roswell? _ Me miro en silencio pero no se perplejo por el nombre mencionado. Daba la sensación de esperarse cada una de mis preguntas.
_ Veo que ya se encuentra al tanto de parte de mi pasado.
_ ¿Podría…?
_ Perdóneme por el atrevimiento pero no estoy dispuesta a contestar._ Soltó con seriedad.
Antes de darme cuenta, ella ya estaba saliendo por la puerta. Corrí con la única intención de intentar seguirla pero ya fue demasiado tarde. Cuando estaba en mitad de camino ella ya se había subido en un taxi que esperaba en la puerta, desapareció como la nada, sin poder evitarlo. Era una mujer muy extraña y por su conducta cualquier agente de policía o un detective como yo, podría llegar a pensar que la autora del crimen se trataba de ella. Una bella mujer apuñalando por la espalda a otra mujer por un odio guardado durante largo tiempo. Pero ante la evidencia de ser consciente sobre la existencia de una prueba que indicara que había gato encerrado en la escena del crimen. Por el momento solo sabía sobre sus planes, iba a huir de la ciudad dándose por desaparecida pero ¿cómo se podía explicar el anillo encontrado al lado de su cuerpo? ¿Qué significado tenía ese anillo de compromiso? No encajaba del todo, al fin de cuentas se trataba de un anillo de compromiso pero ella nunca llego a estar prometida. La señorita North pudo aclararme ese punto contándome que se trataba de una mujer a quién le gustaba jugar con los hombres, ganar dinero y divertirse a costa de todos los que la conocían, por decirlo de otra manera, una vividora. Entonces, ¿cómo podría explicar el anillo? Colocado a su lado por una buena razón.
Volví a entrar en el local para dirigirme nuevamente a la barra donde se encontraba Adriana North colocando las copas fregadas. Me apoyé encima de la barra y ella me miró sonriendo dulcemente como si hubiera imaginado que iba a volver para sacarle más información de lo acordado. No se equivocó.
_ ¿Me podría facilitar la dirección de la señorita Estela Valls?
_ Me gustaría poder dársela pero desgraciadamente no la sé ya que nunca me la dado. Cuando descubrió la traición prefirió alejarse durante un tiempo de todos y de esta ciudad. Lo siento detective, pero es lo único que puedo decirle.
_ Tranquila.
Me alejé de la barra dirigiéndome hacía la puerta principal para salir y mientras yo salía un hombre entraba, dirigiéndose hacia la barra con el fin de abrazar y besar apasionadamente a la camarera. Pude ver a la distancia sus ojos iluminados ante la presencia de quién debía ser su amado.
Al bajar las escaleras del local me encontré con mi viejo amigo  John Vegan. Me miró sorprendido al encontrarme en aquel lugar. Seguramente el idiota había pensado desde un principio que iba desaprovechar la oportunidad de competir. Se me acercó y me saludó cortésmente mientras sonreía.
_ Te pareces a mi mujer, cada vez me encuentro contigo en los lugares menos imprevistos y cuando menos lo deseo.
_ Siempre con las mismas bromas, podrías cambiarlas de vez en cuando.
_ Sí, pero no tendrían tanta gracia. _ Seguí bajando escalones con la intención de dejarlo atrás. _ Debería trabajar conmigo, juntos podríamos resolver todos los crímenes._ Lo miré y sonreí irónicamente.
_ Amigo mío, los dos sabemos que yo resolvería los crímenes. Si me disculpa seguiré con mi trabajo.
_ ¿Acaso quiere competir?
_ Una competición no hace mal a nadie, ¿no piensa lo mismo?
_ Te contestaré cuando resuelva el crimen._ Respondió con prepotencia.
Me despedí y mientras él entraba al club yo me alejaba a grandes zancadas, acercándome a mi coche donde me subí y arranqué dejando el club atrás, a varios kilómetros de distancia hasta que dejara de ser perceptible en el espejo retrovisor. Ahora era momento de descansar.

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