VERDADES OCULTAS
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Noemy |
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Aqui os traigo una historia completamente ajena al juego de los sims. Una historia basada en los años treinta. Trata sobre el crimen de una mujer poderosa, dueña del club más sofisticado e importante de la ciudad de Chicago. Espero que os guste. Y espero recibir opiones sobre esta historia. Este es el primer capitulo.
Capitulo 1: La propuesta
Capitulo 1: La propuesta
Chicago, 1934. La ciudad del caos y de los crimines, de los cuales pocos consiguen ser resueltos. La gente no se aterroriza por lo que ocurre en sus calles, ni siquiera son capaces de ver como la sangre es derramada en cualquier rincón de esta ciudad. Aún sigue resultando frustrante ver como son felices viviendo en la ignorancia, sin pensar en la posibilidad de ver la muerte en la mano de una persona cercana. Eso es, la muerte siempre acecha para llevarse a su próxima víctima. Ya puede ser a causa del dinero, negocios, celos, despecho, o incluso, por mano de la mafia. En este mundo nadie se encuentra a salvo de la muerte, sin embargo, en aquellos años las personas vivían pensando que eso no tenía nada que ver con ellos. ¿La muerte? Les acechaba en cualquier momento, a cualquier hora. Y a pesar de ser conscientes de acabar con un final indeseable, ellos seguían pensando que no les acontecía, que apenas ese final nunca les iba a alcanzar. Solo pensaban en nadar en la grandeza de sus fortunas, asistir a todos los eventos sociales más importantes y a los mejores clubs, conducir coches lujosos, pasear los últimos vestidos de alta costura, y demostrar la gran cantidad de dinero que poseían. En definitiva, eso era lo único que les importaba a esos idiotas. Y cuando a la mañana siguiente leían en los periódicos como un desagraciado había acabado muerto en algún callejón…, seguramente serían incapaces de derramar ni una sola lágrima, y mucho menos lamentarse por una pérdida, solo agradecerían no haber acabado con la misma suerte.
Esta es la ciudad que una vez juré proteger pero a veces me he preguntado si realmente valía la pena hacerlo cuando la hipocresía y la falsedad se encuentran en el interior de todas esas personas. Nadie vale la pena pero…, al fin de cuentas el dinero sigue siendo el dinero, y mientras me paguen un buen fajo de billetes seré capaz de hacer lo que esos idiotas me pidan. Quieren protección, resolver un crimen, encontrar algún objeto robado, buscar una persona desaparecida,… solo tienen que golpear la puerta de mi despacho y colocar el dinero encima del escritorio para cumplir sus absurdas peticiones. A eso me dedico. Un detective para todo en la ciudad de la corrupción y del caos. Pero esta no es una historia carente de importancia, al fin de cuentas mi vida dio un giro cuando una persona inesperada cruzó la puerta de mi despacho. Es a partir de aquel día que todo se volvió más interesante.
Lunes por la tarde. Sentado con los pies encima de mi escritorio, leyendo en el periódico como las celebridades aumentaban su popularidad y otras disminuían hasta desaparecer como si nunca antes hubieran existido. Hoy podría estar el nombre de una actriz en boca de todo el mundo y al día siguiente olvidarla como si nunca hubiese existido. La fama puede surgir y desaparecer antes de que uno se de cuenta de ella. Pero mientras me deleitaba la vista con las historias más escandalosas de estas estrellas, esperaba a que el trabajo me cayese del cielo. Seguramente os preguntaréis ¿Qué hago leyendo este tipo de artículos cuando no me interesa la vida de las celebridades y mucho menos lo que hagan con ella? Muy sencillo, buscar trabajo. Normalmente tanto las personas de clase alta y las estrellas del espectáculo están dispuestas a pagar una buena suma de dinero si recuperan sus objetos más valiosos como una gargantilla de diamantes o puede que incluso una maldita mascota. Entonces es cuando entro en acción, le ofrezco mis servicios, termino el trabajo con éxito dos días antes de lo previsto y espero a que llegue el día acordado para cobrar mis honorarios (quinientos dólares por día). Y cuando el trabajo ha sido finalizado con éxito, me cruzo de brazos y espero al que el cliente satisfecho me proporcione la publicidad que necesito para el negocio. Le comentará a sus amistades la discreción y la eficiencia de mi forma de trabajar, y de esta manera tan sencilla consigo obtener trabajo durante unos cuantos meses. Es una buena idea si se aprovecha en el momento adecuado. Aunque, he de admitir que a veces no resulta como yo espero y tengo que utilizar otras vías más desagradables, esperar a que crucen mi puerta o lean mi anuncio en el periódico. Por lo visto, ese día no iba a ser una excepción.
Escuché el sonido de unos tacones aproximándose. Sabía perfectamente que no se trataba de mi secretaria puesto que ella había decidido no aparecer por la oficina. Solo podía ser el acercamiento de una oferta de trabajo. Pero sin duda, ese sonido debía provenir de una mujer exuberante y con gran elegancia, distinta a cualquier mujer que hubiese conocido en toda mi vida. Apareció detrás de la puerta. Su silueta tras el cristal era perfecta e inusual, parecía haber sido creada por un escultor cuya única intención hubiese sido reflejar la belleza de una gran diosa. Alzo su mano y golpeó la puerta con gran delicadeza.
_ Puede pasar._ La invité a entrar al mismo tiempo que dejaba caer el periódico encima del escritorio y bajaba los pies a gran velocidad. Debía mostrarme cortés ante una visita de negocios.
Abrió la puerta dejando que su belleza se asomase para dejarme abrumado. Cabello dorado como los rayos del sol en un día de verano. Sus ojos de un azul intenso capaces de penetrar en el corazón de cualquier hombre. Unos labios formados por unas curvas definidas, me atrevería a decir que en sus labios estaban dibujadas las curvas de todo su cuerpo. Una belleza distinta a todas las que había visto hasta ahora. Pero no se trataba de una belleza dulce sino peligrosa. Cuando posabas los ojos en ella, daba la impresión de correr un camino en el que solo encontrarías un trágico final. Sin embargo, su belleza no era lo único admirable. Una elegancia única en cada uno de sus movimientos y sensualidad en cada pestañeo. La hacían ser una mujer única en su especie. Provocando que tuviese la inexplicable sensación de encontrarme delante de mi última ilusión antes de morir.
_ ¿Steven Mathews? _ Ciertamente su voz resultaba mágica, tal vez, hipnotizadora. Ella debía conocer bien su talento para conseguir lo que andaba buscando. Entonces, solo cabría preguntarse si ella consiguió los objetivos buscados.
Tanto su forma de vestir como su voz resultaba ser de una autentica diva. Un vestido de seda del color de la pasión con un abrigo de piel autentico cubriendo sus hombros desnudos, un capricho que pocas podían permitirse el lujo de comprar al menos que se fuese dueña de una gran fortuna. Y algo me decía que no estaba equivocado. “La gallina de los huevos de oro estaba justamente enfrente de mí”
_ ¿Puedo ayudarla en algo? _ Me levante como un autentico caballero y esperé a que la mujer misteriosa se sentara y hablara de la razón de su visita.
_ Necesito su ayuda, señor Mathews._ Explico afligida.
_ Empiece desde el principio y ya veré si en algo puedo servirla.
_ Mi nombre es Victoria Perb._ Se presento cortésmente._ Desde hace unas semanas he estado recibiendo cartas bastantes intimidantes. Temo por mi vida, señor Mathews. Esa es la razón por la que quiero contratar sus servicios._ Suspiro angustiada._ Necesito que averigüé quien las está escribiendo y…, sus servicios como guardaespaldas.
_ ¿Sospecha de alguien en concreto?
_ De todos los que me rodean._ Su voz tembló al pronunciar aquellas palabras, e incluso, su piel se erizó alarmantemente._ Detective, me encuentro rodeada de personas que no dudarían en matarme si tuviesen el valor o el momento adecuado para hacerlo.
_ Debe ser usted muy popular._ Contesté con burla. Si en verdad pensaba que su vida corría peligro alrededor de sus seres conocidos, ¿por qué no había ido a la policía con la misma historia? Algo estaba ocultando.
_ Si acepta el trabajo serán diez de los grandes._ Dijo con frialdad. Pude sentir su pasión por los negocios. Cuando mencionó el dinero dejo de ser frágil para convertirse en una piedra, dura y consistente.
_ La verdad, con tanta información dudo que consiga atrapar al autor._ Solté con sarcasmo. Iba a necesitar algo más que unas cartas absurdas._ Mire, esas cartas pueden haber sido escritas para asustarla o puede que se trate de algún admirador obsesionado. Dudo mucho que cumplan las amenazas de muerte. Yo de usted iría a la comisaría de policía para comentar su problema, puede que ellos la tomen en serio._ Tuve que rechazar el trabajo. Tanta cantidad de dinero solo podría significar más problemas en mi vida. Cuando alguien ofrece tanto dinero a un detective sin antes haber ido a la policía es porque algo debe esconder. Esa es básicamente la razón por la que la rechacé sin ningún tipo de contemplaciones. Solo tengo una regla a la hora de aceptar los trabajos: ¡Nada de mentiras! Un cliente mentiroso puede significar problemas con la ley y muchos cadáveres por medio. Eso es, sin duda, lo que procuro evitar en todos mis trabajos.
Después de rechazar su petición, ella me observó fijamente, en silencio, desde donde se encontraba sentada y se levantó del asiento volviéndose y dirigiéndose por donde había entrado. Sus caderas se movían a un ritmo capaz de enloquecer al más cuerdo. Movimientos terroríficamente llamativos. Así era ella. Capaz de hechizar a cualquiera con su voz o con su espectacular cuerpo.
_ Le espero esta misma noche en “The victoria´s saloon”. No tarde, por favor._ Salió de mi oficina sin decir nada más, ni siquiera me dejó la dirección del lugar mencionado. Mientras abría la puerta para salir de mis despacho pude ver como mi secretaria se dignaba a llegar.
En la ciudad de Chicago solo existían dos clubs donde las personas acudían para pasar tiempo con una copa en la mano y los ojos en el escenario, otros en cambio, asistían con la única intención de encontrar la pareja adecuada, a ser posible con algunos billetes de más en la cartera. Era imposible no conocer la ubicación de la mayoría de los clubs nocturnos. Sin embargo, detestaba ir a esos tipos de lugares. Si quería beber prefería hacerlo en mi propio despacho, tranquilo y sin que ningún idiota acabase molestándome.
_ Laura, voy a salir. Si alguien llama coge el recado._ No escuche respuesta alguna. _ ¿Me estás escuchando?_ Grité. Resultaba tan fácil alterarme que parecía disfrutar de ello.
_ ¿Y a dónde vas? _ Comento confusa.
No quise continuar una conversación que no llegaría a ninguna parte. Me levanté cogiendo mi chaqueta del colgador y me acerqué a la puerta por donde salí. Cruce el otro lado de la habitación mientras Laura, mi secretaría me observaba con sus ojos negros desde su pequeño escritorio.
_ ¿Vas a salir? ¿A dónde vas?
¿A caso lo hacía a propósito? Se lo acababa de decir tan solo un minuto antes y ya se le había olvidado.
_ No es asunto tuyo._ Odiaba dar explicaciones de adónde iba o que iba hacer. Ni a mi mujer, si la tuviera, le daría tantas explicaciones. _¡Y haz tu maldito trabajo!_ Le grité enfurecido por su comportamiento. A veces podía ser la persona más inútil que había conocido, y en cambio, otras ocasiones era bastante producente y eficiente. Pero por lo visto, ese día había optado por la primera opción.
Cruce la puerta de la oficina a grandes zancadas, alejándome lo más deprisa posible. De alguna manera me venía bien desconectarme del trabajo y tomarme una copa mientras veía un buen espectáculo. Solamente iba a acudir por ese motivo y nada más. Mi decisión de rechazar el trabajo aún seguía vigente.
A los pocos minutos me encontraba saliendo del edificio donde había estado toda la mañana y casi toda la tarde, me acerqué a mi coche que había estado aparcado enfrente del edificio durante bastante tiempo, corrí hacia el, subiéndome y sentándome delante del volante. Encendí el motor, empuje con suavidad la palanca de marcha y pisando el acelerador, salí rápidamente de aquel lugar.
Más tarde y más pronto de lo que imaginaba me encontraba enfrente del “The Victoria´s saloon” un local nocturno donde las celebridades más famosas y más poderosas asistían para relajarse o para pasar un buen rato. Sin dudarlo, entré como un cliente habitual admirando la elegancia del lugar. Enormes plantas a cada lado de la entrada. Numerosas mesas frente a un gran escenario con un piano de cola en el fondo. Una enorme lámpara de araña en el centro de la sala. Cortinas de colores suaves, combinando en toda perfección con el suelo enlosado y las paredes. Un local rebosante de elegancia y clase. No era el lugar idóneo para un hombre como yo.
Las luces se apagaron de repente, y solo una luz se encendió iluminando el escenario, y una mujer con un vestido dorado caminó hacia el micrófono. Comenzó a cantar, enriqueciendo mis oídos con la voz más fantástica jamás escuchada. Y mis ojos se centraron en el lugar donde provenía. No pude salir del asombro, la mujer que tan solo unos minutos antes había visitado mi despacho, se encontraba subida a un escenario, enfrente de un micrófono cantando una dulce canción de amor, con focos iluminando su cuerpo, y sus movimientos de mano al ritmo de un piano situado detrás de su espalda, tocado por su propio empleado. Su vestido rojo la hacia sensual ante los ojos de todos los hombres que nos hallábamos allí, observándola hipnotizados por su encanto. El pianista entonaba una canción a la melodía del autentico soul. La belleza del interior del local desaparecía con la magia de su voz. ¿Qué palabras hubiese empelado Shakepeare para describirla?
“Tú eres lo que yo necesitaba,
Lo que necesito ahora.
Abrázame fuertemente hasta
Que el mundo se detenga
Porque solamente de esta
Manera conseguiremos ser felices.
Solo tú y yo, aquí y ahora,
En contra de los obstáculo difíciles
Que juntos llegaremos a superar.
Solo tú y yo, aquí y ahora,
Donde el sol brillará más que nunca
Y cantaremos junto con las olas del mar.
Nos necesitamos y lo sabes
Porque juntos viviremos y moriremos.
Solo tú y yo, aquí y ahora.”
Al terminar la canción de dulces letras, el local comenzó a aplaudir entusiasmado y deslumbrado por su voz. Conseguía iluminar todo el salón sin necesidad de encender las lámparas. Gloriosa, magnifica y elegante. Tres palabras que cualquier crítico hubiese estado de acuerdo conmigo para definir su esplendida voz.
Desde el escenario se percato de mi presencia. Me observo fijamente, no estaba sorprendida de verme, se lo había esperado desde el principio. Torció una sonrisa victoriosa en aquellos labios color rojo pasión. Camino por el escenario, bajando con sumo cuidado los tres escalones, y rápidamente con sus pasos elegantes se dirigió a donde me encontraba. No me había movido del pasillo situado enfrente de la puerta de entrada. Puede que eso hubiese ocurrido a causa del asombro. No fui consciente de que estaba ahí, quieto, hasta que ella me miró. Si pudiese explicarlo mejor, diría que consiguió convertirme en una figura de piedra con solo escucharla cantar. Era la única estrella en el cielo cuyo esplendor resultaba cegador para aquellos que intentaban igualarla o alcanzarla.
_ Me alegro de verle, señor Mathews. Espero que disfrute en mi local._ Me agarró del brazo con una sonrisa encantadora. Antes de darme cuenta ya me encontraba caminando hacía la barra donde los dos nos sentamos._ Adriana, ponle al caballero la especialidad de la casa y a mí otro._ La camarera era una mujer joven con un rostro dulce y encantador, sin duda se trataba de una muñeca de porcelana. Ocultaba su ancho cuerpo tras la barra metalizada. Tenía unos ojos pardos que dejaban hipnotizados a cualquiera, y, un cabello largo rojizo y rizado que nunca antes había presenciado mis ojos. A los pocos minutos fuimos servidos por la joven que se alejó al otro lado de la barra dejándonos cierta privacidad para brindar con nuestras copas pero con el oído atento a nuestra conversación. _ Por usted, detective. Espero que exista la posibilidad de haber pensado en mi propuesta de trabajo, ¿o estoy equivocada?
_ ¿Usted qué piensa?_ Ambos chocamos nuestras copas, emitiendo un tintineo que solo emitía el autentico cristal.
_ Habrá perdido la oportunidad de conseguir una cuantiosa fortuna, porque la verdad dudo mucho que gane lo suficiente como detective._ En eso había acertado, apenas conseguía llegar a fin de mes.
_ Cuando se trata de mi pasión el dinero es lo de menos. Lo siento señorita pero necesito algo más que unas cartas y su denuncia para ponerme a trabajar._ A pesar de la posibilidad de obtener más dinero tenía suficientes razones para rechazar su propuesta. Se levantó del asiento y se abalanzo sobre mí, nuestros cuerpos separados a unos pocos centímetros. Su mano comenzó a deslizarse con lentitud sobre mi hombro, bajando con suavidad por el brazo sin dejar de mirarme a los ojos, sin borrar su sonrisa llena de sensualidad y juego. Estaba coqueteando conmigo y yo se lo estaba permitiendo, a pesar de saber que sus intenciones no eran más que un juego. Instintivamente la agarré de la muñeca, deteniéndola en el acto. Demostrándole de esa manera que no era el hombre con el que se podía jugar.
_ Es una lástima._ Se alejó de mí pasando por mi lado y abandonándome en la barra. Ciertamente estaba dolida por el rechazo, pero intentaba no dejarlo ver.
Estuve en aquel lugar, sentado en la barra, observando todo lo que sucedía en el club. Lugar que hubiese preferido no pisar. Estar cómodo en un ambiente donde los más poderosos, ricos e importantes de la ciudad se encontraban resultaba bastante imposible.
A los pocos minutos mis ojos me llevaron hacia la puerta para observar a una mujer deslumbrante. Con suma elegancia entró en el local, se acercó a una de las mesas donde se sentó dejando su bolso encima de la mesa. Su belleza inusual captaba la atención de todos los invitados. Cabellera oscura, rizada y larga hasta mitad de su espalda descubierta. Si su belleza resultaba inusual era por ser única porque era discreta y dulce. Labios rosados voluptuosos. Y unos ojos marrones almendrados, hechos por el más perfecto dibujante. Una silueta que jamás se podría encontrar en sueños. Pero esa belleza era distinta a la que poseía Victoria, porque ésta era frágil. Con solo verla podías temer romperla y sentir la pena de verla desaparecer. Algo así es digno de la misma diosa Afrodita.
Miró alrededor de la sala. Solo durante un breve instante nuestras miradas se encontraron. En ese momento llegué a sentir el corazón paralizado, no por miedo, si no por sentir una extraña sensación recorrer mi interior. Es demasiado complicado de explicar cuando nunca antes se ha sentido lo mismo. Volvió la cabeza mirando hacia adelante, hacia el escenario. Seguramente estaba esperando a una persona que aún no había llegado. Se podía percibir su inquietud y nerviosismo de encontrarse en aquel lugar desde la otra punta de la sala.
Me volví hacia adelante al mismo tiempo que terminé mi copa. Con un simple gesto le pedí otra copa más. La camarera apareció a gran velocidad con una enorme botella de cristal en la mano. Me sirvió rápidamente, pero antes de desaparecer de la misma forma en la que apareció, echó un rápido vistazo por encima de mi cabeza. Soltó una risita disimulada y desapareció. Volví a volverme para descubrir la razón de su risa malévola. Pude comprender la relación entre la mujer desconocida y la dueña del local, se conocían bastante bien ya que las dos se miraban fijamente y ésta última se acercó a la mujer. Desafortunadamente me encontraba lo bastante lejos para escucharlas. Sin vacilar, decidí acercarme disimuladamente puesto que en sus caras indicaba que la conversación próxima no iba a ser muy agradable. Solo lo suficientemente cerca para oír pero no tanto para ser visto. En otras palabras, cambie de asiento. Desde la otra punta de la barra podía escuchar con exactitud la conversación de las dos mujeres sin necesidad de ser descubierto.
_ ¿Cuánto tiempo sin verte, querida amiga? Nunca imaginé encontrarte aquí, en mi club._ Soltó una breve risita maquiavélica._ Este lugar debe traerte malos recuerdos, ¿no es así?_ La maldad fluía en cada una de sus palabras.
_ No seas tan egocéntrica, vieja amiga. Solo estoy aquí porque no he podido poner objeciones. Además, me produce nauseas este lugar y más si la dueña eres tú._ Contesto con frialdad la mujer desconocida. El ambiente comenzaba a tensarse entre ellas.
En cambio, Victoria rió irónicamente como si no le importara el comentario. Pero la mujer desconocida la miraba fríamente. Su mirada parecía balas por el modo de atravesarla.
_ Supongo que todavía no me has perdonado por aquello._ Dijo con sarcasmo._ Deberías enterrar el rencor por tu bien. Además, solo fue…
_ … para ti todo se trata de un juego. No te importa hacer daño si con ello consigues ser la ganadora. ¿Me equivoco?
Ella solo sonrió satisfecha, disfrutando de las palabras envenenadas de la desconocida.
_ Por lo visto no tienes pensado perdonarme.
_ Y nunca lo haré. Si me disculpas preferiría disfrutar de tu ausencia hasta que llegue mi cita, si es posible._ Le pidió con amabilidad forzada.
La revisó de arriba abajo y se volvió alejándose de ella, mientras la desconocida la observaba aliviada. Daba la impresión de querer mantener las distancias. Pero a pesar de que ambas intentaban aumentar la distancia entre ellas, la tensión aún seguía vigente en el ambiente.
Las horas transcurrieron lentamente mientras estaba sentado en la barra observando todo lo que estaba sucediendo desde poca distancia y recordando los acontecimientos ocurridos poco tiempo atrás, la conversación tan peculiar entre las dos bellezas y la denuncia de Victoria por las supuestas cartas de amenazas. Extrañamente el lugar estaba tranquilo, demasiado tranquilo.
Sin darme cuenta Victoria se me acercó sentándose a mi lado nuevamente y pidiendo otra copa mientras me observaba y observaba a su local con ojos de grandeza y de ambición.
_ No he podido evitar acercarme ya que se encuentra usted muy solitario.
_ Mi trabajo y mi vida son solitarios.
_ Me gustan los hombres solitarios._ Coqueteaba conmigo. ¿Qué intenciones tenía ocultas para decidir comportarse de esa manera.
_ ¿Qué es lo que pretende? _ Ella estaba dispuesta comenzar un juego en el que no estaba dispuesto a participar. Era consciente de encontrarme con una mujer entre mujeres. Un tesoro con miedo a ser encontrado. Y sin embargo, esa realidad me provocaba desconfianza hacia sus actos. La sensación de ser utilizado no se borraba con una simple caricia o una penetrante mirada. No iba a ser juguete de nadie.
A los pocos minutos un hombre se acercó a nosotros, interponiéndose entre los dos con furia en sus movimientos, agarrándola fuertemente del brazo. Brutamente la apartó de mi lado, provocando que mis sentidos de héroe saltaran para defenderla.
_ Caballero, suelte a la señorita._ Salté alarmado.
_ Se está equivocando amigo, es mi mujer._ Exclamó furioso.
_ Era tu mujer._ Confirmó. Lo dijo mientras se soltaba y se apartaba de él escondiéndose detrás de mí espalda para protegerse.
_ Será mejor que se marche, está asustando a la dama y su actitud no resulta ser demasiado cortés._ Le pedí con amabilidad. Estaba dispuesto a sacarlo del local a patadas si hubiese sido necesario.
Me miró furioso, lleno de irá y después volvió la mirada hacía ella con la misma intensidad. Ante mi se encontraba un hombre dispuesto a recuperar aquello que se le había sido arrebatado. Un hombre desesperado. Un hombre impulsado a luchar por una mujer a quién debió perder.
_ Esto no acabará así._ Amenazó.
Se volvió y desapareció del local por donde había aparecido dejando a la mujer con su nuevo héroe que por primera vez en la noche le había salvado su vida. Me cogió del brazo, volviéndome hacia ella y nos miramos frente a frente, cara a cara, fijamente a los ojos. Torció una sonrisa mostrándome su gratitud.
_ Gracias, ha sido un caballeroso por su parte y se lo agradezco._ Se inclinó y me besó en la mejilla como agradecimiento por haberla salvado de aquel hombre robusto y posesivo. Seguramente había sido un antiguo amante.
Ella se alejó de mí nuevamente pero no volvió a saludar a nadie más sino que esta vez salió del escenario y del bar para dirigirse a su camerino donde solía descansar. En cambio, allí me encontraba yo. Un lobo feroz en busca de algún trabajo que investigar y un cordero ante tanta celebridad junta.
Pasaron las horas y todo era muy normal, nada extraño sucedía, no como el tiempo que había transcurrido estando ella allí. Por lo que pude presenciar, me di cuenta que ella tenía razón solamente en una cosa, todas las personas que la rodeaban estaban en contra de ella, cada paso que daba era observado con desprecio. Incluso la camarera la vigilaba como si estuviese esperando a que algo ocurriese.
Seguía sentado en la barra con la copa en una mano y con el cigarro a medio consumir en la otra, sin vivir sucesos fuera de lo normal, buscaba acción sin haberla y eso me estaba cansando. Necesitaba hacer algo antes de acabar consumido en el alcohol.
Llegó la hora de cerrar. Casi todo el mundo se había marchado, todos excepto los camareros, la mujer morena solitaria, el veterano pianista y yo. Por lo demás, estaba completamente vacío. Ya no quedaba ninguna razón para permanecer en aquel lugar. Me levanté, después de tanto tiempo, dejando unos pocos billetes verdes encima de la barra y me dispuse a caminara hacía la salida pero de repente un grito escalofriante me detuvo, colapsando mi corazón, helándome como una ventisca invernal. Con la sorpresa golpeando en el pecho, me volví. Mis ojos se dirigieran hacía el lugar del terrible grito. Provenía del camerino de Victoria Perb. ¿Qué había sucedido para oír a una persona gritar de miedo? ¿Quién había gritado? Esas preguntas fácilmente encontrarían respuesta.
Todos corrimos alarmados hacia esa dirección. Corriendo por el largo pasillo hasta encontrar a una mujer petrificada en la puerta del camerino. Pronto me di cuenta de que la persona que había gritado era ni más ni menos que la camarera de la barra. Estaba desolada, con lágrimas en los ojos. Eché un rápido vistazo al interior para ver que el camerino estaba destrozado. Todas sus pertenencias esparcidas por el suelo. Algunos muebles volcados. Se había producido un gran forcejeo donde alguien pudo acabar muerto o malherido. Pronto comprendí que Victoria no había estado equivocada del todo, sino yo. Ahora me sentía culpable por no haberla podido ayudar.
_ Que alguien llame a la policía_ Todos nos miramos sospechosamente excepto la mujer solitaria que miraba extrañada el lugar de la desaparición como si no creyera en lo sucedido.
Algo me decía que aquello era el comienzo de una terrible historia, y ésta debía ser investigada. No descansaría hasta encontrar al autor y conocer la autentica verdad que se escondía tras una máscara de dudas, de motivos y de varios sospechosos. Ese fue el comienzo de esta historia envuelta por verdades ocultas que reflejaban las verdaderas almas de aquellas personas vinculadas con la extraña desaparición de Victoria Perb.
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Otras historias. Verdades ocultas
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