Sangre Negra
9:59 |
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Noemy |
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Siempre me han encantado las historias de vampiros y es por esa misma razón que decidí escribir una. Al intentar hacerla original ha salido diferente a lo que suelo escribir. Aún no he encontrado un titulo para esta historia, y bueno, si alguien desea aportar ideas para el título son bienvenidas. Espero que os guste este cambio. También quiero explicar que tanto Verdades ocultas como esta historia llevo bastante tiempo escribiéndolas y solo falta unos pocos campitulos, por lo que podré llevarlas sin dificultad. Iré subiendo poco a poco los capitulos.
La eternidad puede llegar a convertirse en tu más fiel aliada si a cambio le ofreces… LA MUERTE.
Capitulo 1: Muerte o vida.
Percibía el aroma cargado de sangre. Esa esencia enigmática me rodeaba, aclamaba mi atención. Pronto comprendí que ese olor que tanto me llamaba procedía del pequeño río que se encontraba bajo pies. Éstos se encontraban sumergidos en su interior, descalzos y frágiles. Y mis ojos no podían evitar observar aquel río formado por la sangre de los miles de cadáveres que descansaban a cada lado, con los rostros consumidos por el miedo y el terror, sin vida en sus ojos. Todas personas inocentes que habían sido brutalmente asesinadas por seres de apariencia humana pero de fuerte comportamiento animal. Sin escrúpulos. Seres que solo pueden sobrevivir consumiendo a otros inferiores a ellos.
Si este era el futuro mundo que estaba presenciando… prefería morir. Los edificios destruidos, dejando escombros en su lugar. Incendios en cualquier rincón de la ciudad de Nueva York. Vehículos abandonados o estrellados. Gritos desgarradores llenos de terror. Disparos de armas de los pocos sobrevivientes que aún mantenían esperanza de un mundo mejor en sus corazones. Y la noche eterna con una luna que resplandecía del mismo color que los ojos de aquellos seres. Una luna carmesí con lágrimas de sangre deslizándose en su espléndida esfera. Ese era el mundo que estaba presenciando en lo alto del único edificio que por fortuna había conseguido mantenerse en pie durante la batalla que había estallado. Una guerra entre los otros y los humanos.
Yo debía de haber estado combatiendo también ya que en mi mano sujetaba con firmeza una espada cuyo filo estaba manchado de sangre que lentamente se deslizaba, gota a gota, al suelo hasta formar un enorme charco ubicado a mi derecha. Sentía como unas gotas se deslizaban por mi rostro, no eran gotas de lluvia, sino mis propias lágrimas que salieron a la luz a causa de aquel infierno que estaba viendo. ¿Lloraba por mi vida? No. Lloraba por el fin de la humanidad ya que sabía en el fondo de mi corazón que había llegado. ¿Cómo negar lo evidente?
_ ¿Qué están viendo mis ojos? Estas llorando por ellos. _ Dijo una voz que apareció detrás de mí. Sentía su aroma formada por el olor a lilas y a la misma sangre. Alertándome. Sujetando con más fuerza el mango de la espada.
_ ¿Por qué ha ocurrido todo esto?_ Pregunté con el corazón dolido a causa de ver como a lo lejos aún seguían masacrando a los pocos supervivientes.
_ Deberías estar orgullosa ya que esto lo has provocado tú misma._ Aseguró severamente.
_ ¿Qué has dicho?_ Dije sorprendida por sus palabras._ ¿Yo he sido la causante de este infierno?_ Pregunté incrédula a pesar de sentir la veracidad de aquellas palabras.
Me volví hacia esa persona quedándome enfrente de ella. Una mujer encapuchada, cuyo rostro ocultaba por alguna razón. Pero su voz, resultaba tan familiar. Sus brazos estaban rodeados por largos tallos con espinas, y todas provenían de una misma ubicación, de la rosa tatuada en sus manos.
_ Tú has sido la causante de todo esto y aún te sorprendes._ Afirmó con una cierta sonrisa malévola marcada en sus labios.
_ Yo nunca he querido que ocurriese esto.
Antes de darme cuenta, ella desapareció delante de mis ojos para aparecer detrás de mí. Sus labios cerca de mi oreja. Sus manos agarrándome con fuerza mis hombros, clavándome lentamente sus uñas. Su aliento erizaba cada fibra de mi piel. Estaba peligrosamente cerca.
_ Este es el final que tú has elegido. ¿Es que pretendes cambiarlo ahora que es demasiado tarde para todos ellos?_ Me preguntó esbozando una amplia sonrisa de satisfacción. _ Umm. Tu mente confundida llega a ser tan excitante._ Comentó al mismo tiempo que una de sus manos dejó de presionar mi cuerpo para deslizarla por mi mano, subiendo arriba hasta llegar al pecho donde se detuvo._ Tú eres la causante de todo esto._ La punta de sus dedos comenzaron a clavarse lentamente en mi pecho hasta que traspasaron la piel dejando que un hilo de sangre saliese a la luz._ Mira al montón de cadáveres. ¿No encuentras rostros familiares?_ Preguntó con cierta diversión en sus palabras.
Bajé la mirada para descubrir la realidad. Rostros de personas a las que tanto había amado, a las que tanto había deseado proteger y ahora… sus cuerpos desmembrados descansaban en el suelo con miradas de horror.
Clavó con más fuerza sus dedos en mi pecho provocando que escapase un gemido del dolor que me estaba produciendo. Incapaz de moverme, incapaz de resistirme a sus garras. Solo debía seguir sufriendo, no solo por el dolor que ella me producía sino también por aquellas imágenes que desgarraban mi alma. ¿Por qué tuvieron que morir? Sus ojos se clavaban en mí, culpándome. ¿Por qué me estaban culpando? ¿Qué era aquello que hice para desatar aquel infierno? ¿De verdad fui yo la causante de todo lo que intentaban hacerme creer? O ¿Eran todo mentiras? Pero si hubiesen sido mentiras aquellos ojos no habrían intentado contestarme. La mirada acusadora de Elena Martínez. Los ojos llenos de aterradora sorpresa de mi mejor amiga Sarah. El rostro sin vida, con desesperación reflejada en cada facción de John. La persona que amaba se encontraba sobre la montaña de cadáveres formada delante de mí. Quise gritar hasta que mi alma se rompiera en mil pedazos imposibles de juntar. Y sin darme cuenta, grite como había deseado. Tan fuerte, tan alto que el ruido de aquel infierno cesó de repente como si hubiese detenido por escuchar con atención de mis lamentos.
_ Veo que ya los has visto._ Comentó fascinada.
Sin darme cuenta comencé a llorar con más fuerza. Destrozada por dentro. Dolida por no haber sido capaz de salvar sus vidas. Habría sido capaz de dar mi vida a cambio de salvar las suyas. Lo habría hecho sin dudarlo un solo instante pero ya era tarde para ellos, tarde para mi, tarde para el mundo que dejo de ser el que era.
_ Las miradas de los cadáveres pueden rebelarte todo aquello que necesites saber pero aún no ves más allá de lo evidente. _ Siguió susurrando cada una de esas palabras para castigarme._ Aún no escuchas sus súplicas porque sigues sin comprender el destino que se te ha escogido.
Siguió penetrando en mi cuerpo con la punta de sus dedos. Pero era tan fuerte el dolor que sentía en mi corazón por la pena y la tragedia que vivía que apenas sentía el daño que ella intentaba afligirme.
Estaba dispuesta a dejar que ella continuara. Si debía de morir, que fuese en aquel instante y en aquel lugar. Mirando los rostros de las personas que más había amado en la vida y que ya no estaban a mi lado. Debía acabar en el mismo infierno si no pude salvar sus vidas. Ser castigada por ser culpable de sus muertes. Ese era el castigo que debía aceptar al otro lado.
_ Tu muerte no será suficiente castigo._ Afirmó malévolamente.
Con la punta de sus dedos rozo mi corazón, acariciándolo en cada latido. Jugueteando con el hasta que lo agarró con firmeza y lo sacó para que lo viese con mis propios ojos. Un corazón grande, aún latiendo a pesar de encontrarse fuera de lugar. Pero su color no era el que yo había imaginado. Negro y oscuro como la noche. Marchitándose como una rosa. Descomponiéndose en ceniza encima de la palma de su mano.
_ No puedes morir porque…. Ya- estas- muerta._ Dijo lentamente al mismo tiempo que deslizaba la punta de su lengua por mi cuello.
Lentamente mis ojos se cerraron dejando paso a la oscuridad.
_ ¡Despierta!_ Grito lo más alto posible, provocando que el suelo retumbase bajo mis pies. _ ¡Despierta!_ Volvió a gritar con más firmeza. Esa voz aún seguía sin desaparecer. ¿Qué quería de mí? Acaso, ¿no era ya demasiado castigo ver aquellas imágenes? Desaparecer. No quiero volver a escuchar tu voz. Vete. Lárgate y abandóname en esta oscuridad._ ¡Despierta! ¡Despierta!_ Gritó con furia.
Miles de recuerdos surgieron de la nada para castigarme por mi crimen. Todos a cámara rápida. Deseaba alcanzarlos con la mano para detenerlos porque sabía que una vez que pasaban por mi mente nunca volverían. Desaparecerían para toda la eternidad.
“Tumbada en la cama junto a John mientras me cubría con las sábanas blancas para ocultar mi rostro. Riéndonos, jugando como niños pequeños, disfrutando de aquel momento que la vida nos ofreció. Cuando él apartaba la sábana para destapar mi rostro, seguidamente la cogía con rapidez para hacer lo mismo que yo. Lanzando las sabanas hacia arriba, a cualquier lado. Abrazándonos y besándonos bajo ellas. Acariciándonos con toda la ternura que nuestras manos desprendían. Susurrando palabras llenas de complicidad, llenas de un significado que solo nosotros dos éramos capaces de comprender.
La primera vez que John y yo nos besamos bajo la lluvia. La misma noche en la que cumplí dieciséis años y él confeso los sentimientos que durante años había guardado en su interior.
El día en el que Sarah y yo nos graduamos. Celebrando que habíamos podido cumplir parte de nuestros sueños más deseados. Juntas y sonriendo felices por la victoria. Su brazo rodeándome la cintura con fuerza para no soltarme nunca ya que yo misma se lo pedí.
La graduación en la academia de policía de John. Vestido por primera vez de uniforme, con la suficiencia en su mirada y el honor en cada movimiento de su cuerpo. Jurando proteger a todos los ciudadanos de la enorme ciudad de Nueva York.
El momento en el que un anillo se interpuso entre los dos con el único objetivo de acabar en mi mano derecha mientras él prometía estar a mi lado para toda la vida si yo aceptaba ser su mujer. Deseaba tanto cumplir la promesa. Habría hecho todo lo necesario para cumplirla. ¿Por qué no pude? ¿Qué ocurrió para evitar que yo lo hiciera?”
Esos recuerdos llenos de felicidad desaparecieron como me había temido. Y en su lugar llegaron aquellos que rebelaban mis peores sospechas. Acontecimientos pasados que sus consecuencias tuvieron el marcarme trágicamente con la única intención de desprenderme de lo único que aún había conseguido guardar con celo. Mi humanidad. Su sola presencia atacaba la poca cordura que aún quedaba en mi mente.
“Uñas afiladas arañaron mi piel. Fuertes garras me empujaron contra la pared. Su risa malévola cada vez más cerca. Y enormes ojos relucientes color carmesí. Colmillos sobresaliendo del labio superior. Mirada endemoniada.
Sentía miedo y aún así me preguntaba qué era lo que estaba sucediendo, si era posible su realidad. Temía que lo fuese porque el miedo lo confirmaba. Pero a pesar de todo deseaba con todas mis fuerzas que se tratara de una pesadilla o de una alucinación provocada por la cantidad de alcohol que mi cuerpo llevaba dentro. El dolor que sus manos causaban en mis muñecas era real. ¡Todo era real! Una bestia ante mí con la intención de devorarme como si fuese su desafortunada cena.
Se relamió los labios, disfrutando de la vista. El destino decidió convertirme esa noche en una presa que alimentara a un demonio sin alma.
Intenté soltarme, liberarme de aquellas fuertes garras pero todo movimiento era en vano. Increíblemente fuerte.
Salvajemente clavó sus colmillos en mi cuello, perforando con su punta dos pequeños agujeros por los que comenzó a succionar, bebiéndose toda mi sangre hasta que dejo la última gota para ofrecerme unos pocos minutos de vida.
Dejó caer mi cuerpo inerte al suelo al mismo tiempo que limpiaba mi sangre de su boca con la manga de su largo abrigo negro. Me miraba desde lo alto con una sonrisa llena de satisfacción ya que había conseguido aquello que ansiaba su ser.
_ Te voy a dar una oportunidad única para que salves o no tu patética existencia._ Dijo seguidamente después de inclinarse en el suelo para verme más de cerca morir._ Te daré la oportunidad de morir dos veces._ Agarró mi cuello, elevándome. Mis manos suspendidas en el aire rozando el suelo con las uñas. A los pocos segundos me dejó caer como si no valiese nada, como si fuese una maldita muñeca con la que nadie quisiese jugar.
Con solo mirarle ya sabía que iba a morir. No quería morir. No quería abandonar todo aquello que me importaba. Mi prometido, mi mejor amiga, mi trabajo, mi casa, esos momentos llenos de felicidad. No quería alejarme del amor y de la amistad que por fortuna siempre estuvieron a mi lado cuando más lo necesitaba y que encontré en manos de esas personas que siempre me apoyaron a toda costa, evitando que la soledad con la que fui marcada de niña desapareciera para siempre.
Con sus uñas afiladas se corto la muñeca, que rápidamente colocó encima de mi cabeza para dejar que su sangre cayera gota a gota sobre todo mi rostro. La primera se estampó contra mi mejilla, como un maldito puñal. La siguiente sobre mis labios. Sentía arcadas al tener ese asqueroso líquido sobre mi boca.
Se levantó del suelo riéndose como si todo hubiese sido parte de un maldito juego en el que él fuese ganador por conocer las reglas. A gran velocidad levantó su pie y utilizando toda su fuerza golpeó mi pecho, una y otra vez hasta que la oscuridad borró su silueta pero no se deshizo de su risa. Podía escuchar cómo se alejaba a gran velocidad.
Un maldito demonio se cruzó en mi camino para arrebatarme una vida que adoraba. No hubo motivos, ni siquiera dió una explicación para tal brutalidad. Y mucho menos me resignaba a que lo sucedido fuese real. Porque en mi mundo las bestias con apariencia humana solo eran mitos escritos en libros que solo las personas leían para entretenerse o sumergirse en un mundo tenebroso y embrujado donde es necesario derramar sangre para sobrevivir.”
Abrí los ojos de golpe pero la oscuridad seguía ahí. Desesperada por el miedo de no ver más que no fuera eso, busqué con la mirada hasta que encontré un resplandor capaz de iluminar un poco de penumbra. Intenté alcanzar aquél pequeño resplandor hasta que éste fue lo suficientemente grande para comprender que se trataba de la misma luna que había visto en mis sueños. Pero su apariencia era más hermosa, brillante y resplandeciente con su luz blanca. Pero su bella imagen desapareció tras las nubes negras que soltaron sus gotas, lo más parecido a lágrimas que la luna derramaba por encontrarse triste. ¿Por qué no las sentía? En ese momento pensé que debía estar bajo algún refugio donde me estaba protegiendo de ella. De alguna extraña manera deseaba sentirlas para percibir vida en mí.
Lentamente moví los dedos de las manos. Dolía al hacerlo. ¿Por qué me dolía tanto? Como si me clavaran púas en los nudillos. Con las manos temblando, me levanté del suelo quedándome, con cierta dificultad en pie. Tampoco sentía las plantas de mis pies. ¿Y por qué estaba descalza? Las piernas me temblaban como gelatina, temiendo caer en cualquier segundo. Instintivamente me llevé los dedos al cuello, buscando con las yemas dos pequeñas incisiones. Nada. Solo se trató de una maldita pesadilla. Di varios pasos hacia adelante, pisando con firmeza ya que apenas sentía el peso de mis pies al caer al suelo.
Me sentía extrañamente rara. Apenas podía sentir con el tacto. Lo veía todo borroso y con cierta dificultad (como si necesitase lentes pero… siempre tuve una visión perfecta). Escuchaba las gotas estamparse contra el suelo como si hubiesen aumentado mil veces su sonido. Y millones de aromas distintos mezclados en el mismo ambiente.
La garganta la sentía áspera. ¿Acaso estaba enferma? Si eso era cierto ¿por qué no estaba en la habitación de un hospital? Pensé que era producto de otra pesadilla más. Los pies se enredaron y antes de poder evitarlo perdí el equilibrio, caí frente una enorme piedra grisácea. En ella había un nombre escrito.
“Kimberly Watson, hija y amiga. Que tu alma descanse para siempre.”
Ese nombre,… ¡ese nombre! ¡No! ¡Ese nombre! Me llamaban con ese mismo nombre. Mi propio nombre escrito en una enorme piedra grisácea con forma de lápida. Y la tierra mojada debajo de mí. Tierra que había sido removida unos minutos atrás. Trozos de madera esparcidos por el suelo. Y mis manos…, al observarlas comprendí que era lo que me causaba aquel dolor. Astillas clavadas. Astillas de la misma ataúd por donde había salido.
_ No puede ser. No puedo estar… muerta._ Furiosa por la cruel imagen que se encontraba delante de mí, golpeé con todas mis fuerzas el suelo. Una y otra vez, sin dejar de llorar lágrimas apenas perceptibles por mi piel. Dolida y destrozada. Sentía tanta rabia y odio por el ser causante de mi trágico fin.
Alcé la mirada hacia la luna. Ahora comprendía su tristeza. Ahora era consciente del motivo de sus lágrimas. Grité todo lo alto que el tiempo me permitió, desprendiéndome de la parte humana que ya no podía descansar dentro de mí. Ahora, en su lugar se encontraba una bestia a punto de salir para aullar y desgarrar mi alma al mismo tiempo que las imágenes de mi vida volvían a pasar a cámara rápida. En ese preciso instante morí definitivamente.
A partir de ahí pequeños fragmentos de la realidad mezclados con desvariadas alucinaciones perduraron en mi cabeza. Realidad o ficción, aún sigo averiguando que pertenecía a cada una. Pero fuese de un lado u otro, esas imágenes me asustaron hasta hacerme sentir como el ser más frágil en un mundo donde los monstruos reinaban. Miedo por ser devorada por esa misma emoción. Aterrada por las miles de imágenes que golpeaban en mi mente en medio de la oscuridad en la que había sido envuelta. Solo podía ver por un pequeño agujero. Rostros marcados por la sangre. Multitud de personas cruzándose en mi camino sin percatarse de mi presencia, sujetando en sus manos paraguas con el fin de protegerse de la lluvia que era testigo de mi fatalidad. Un camino largo y estrecho con verjas a ambos lados y enormes cubos metalizados que ardían con intensidad para calentar los cuerpos helados de aquellos hombres y mujeres que me observaban inquietos por mi extraña aparición. De repente tuve que detenerme al encontrarme con tres hombres que comenzaron a zarandearme como si fuese una maldita pelota. A parte de cómo disfrutaban jugando conmigo de esa manera, sus risas maquiavélicas nunca pude borrarlas. Segundos después la oscuridad volvió acechando para recuperar su lugar correspondiente y solo breves imágenes he logrado recordar con el transcurso del tiempo pero ni siquiera soy capaz de comprender si eran de verdad o solo se trataban de mi repentina locura.
Corriendo en la oscuridad mientras las risas llenas de diversión de esos tres hombres me seguían. Retrocedía lentamente, atrapada en un edificio abandonado donde solo estábamos ellos y yo. Sacaron sus navajas enseñándome sus relucientes y manchados filos cortantes. No llegaba a entender la razón por la cual llegué a encontrarme en esa situación en la que el pánico era la emoción jerárquicamente superior a todas las demás. Uno de ellos agitó la navaja hacia mí. La acercaba y la apartaba, todo un juego para ellos. Pero su filo llegó a cortarme en el brazo haciendo un largo arañazo profundo por el que la sangre sobresalió para deslizarse por toda mi piel en un fino y delgado hilo rojo. En ese preciso instante se borró todo. La poca conciencia que aún quedaba en mi interior desapareció para tiempo después aparecer y encontrarse con lo más terrorífico jamás presenciando en mi vida.
Esos tres hombres que se habían propuesto divertirse con mi cuerpo ahora… descansaban descuartizados a menos de medio metro de distancia. Tanto sus cabezas como sus brazos y piernas habían acabado siendo arrancadas, y esparcidas en el suelo como simples deshechos. Y sus lenguas sacadas de sus bocas para acabar encima de sus cuerpos. Asustada di varios pasos hacia atrás, tropezándome con un brazo que había acabado detrás de mí para hacerme perder el equilibrio y caer de culo al suelo polvoriento. Llorando aterrorizada, cogí ese miembro y lo lancé lo más lejos de mí. No quería seguir contemplando aquel horror. Deseaba despertar de la pesadilla en la que me encontraba sumergida. Pero… ¡mi manos! Manchadas de sangre. ¡Su sangre! ¿Qué había hecho? ¿Por qué no podía recordar lo que había hecho? Y ¿por qué la garganta me ardía incontrolablemente por el olor de esa sangre esparcida ante mis ojos? ¿En qué me había convertido? Ahora sabía que algo andaba mal en mí, que yo era la culpable de esas muertes pero… también sabía que todo había sido un accidente que no pude evitar. ¿Por qué el destino quiso castigarme con esta nueva vida si yo nunca la pedí?
Me acurruque con la espalda apoyada en la pared, esperando a que con el tiempo me despertara de la pesadilla y volviese a levantarme de la cama para disfrutar de mi rutina. Esperaba abrir los ojos para encontrarme con John a mi lado, levantarme y dirigirme al baño donde darme una ducha. Preparar el desayuno para los dos y hablar de lo que teníamos pensado hacer durante el día. Una vida que adoraba, que disfrutaba y de la que no deseaba alejarme por nada del mundo. La verdad… todo era posible.
El tiempo que transcurrió lo desconozco pero pude observar los rayos del amanecer entrar por la ventana situada a mi derecha. Esa luz apareció para iluminarme la realidad de los hechos. Los cadáveres seguían ahí. Aún no había despertado de la pesadilla. Estaba demasiado cansada por las miles de lágrimas que mi alma derramó a causa de la culpabilidad que sentía mi corazón, agotada del hambre, y el sueño me invadía, pero sobre todo estaba asustada por esa sensación embriagadora que me envolvía para atraerme utilizando esa aroma enloquecedora. Dejé que la debilidad me ganase y mi mano cayó al suelo bajo la luz del día, la misma que abrasó mi piel hasta chamuscarla. No sentí dolor. Solo cerré mis ojos dejándome invadir por el agotamiento. Pensé que si había sido capaz de cometer tal crimen ya no me importaba regresar a la tumba de la cual salí.
“Cruce la puerta del apartamento al mismo tiempo que me descalzaba los altos tacones negros. Eran los únicos zapatos que daban un toque elegante a mis pies en casos de importancia como lo eran los acontecimientos sociales o las entrevistas de trabajo. Solo podía permitirme permanecer tras una barra con un bajo salario pero suficiente si con ello podía permanecer al lado del hombre de mi vida. No había conseguido el trabajo de mis sueños pero si la vida perfecta. Que importaba si mi sueldo no ascendía de ochocientos dólares al mes y si no estaba invadida de lujos, cuando lo que más me importaba se encontraba delante de mí con sus brazos recibiéndome. John, amigos desde toda nuestra infancia y novios desde la adolescencia. Una de las personas más importantes que habían permanecido en mi vida. Me conocía tan bien por dentro que solo bastaba una mirada para que él comprendiera mis emociones. Si estaba triste,… él me animaba con una sorpresa en mano. Si sonría radiante de felicidad,… él estaba ahí para disfrutarla a mi lado. Si me sentía desolada por los recuerdos tristes…, él me rodeaba con sus fuertes brazos para hacerme sentir querida y amada. ¿Cómo puedo olvidar a esa persona? ¿Cómo puedo olvidar su rostro de esta mente atormentada? Su piel clara con sus facciones fuertes. Su cabello negro como la noche, que siempre cortaba cuando le crecía. Esa mirada penetrante de ojos azules que me recordaban al mar de la playa en la que nos confesamos palabras llenas de ternura. Y la sonrisa con la que hacía sentirme mejor persona. Ya no estaban más ahí porque yo había muerto. Muerta por fuera, muerta por dentro. Nada de humanidad en mi interior con el que poder adquirir las fuerzas necesarias para enfrentarme a la realidad. Solo quedaba intentar no olvidarle. No olvidar sus ojos y su sonrisa, porque una vez borrados ya no habría nada a lo que poder aferrarme que no fuese el horror de la sangre ensuciando mis manos. “
En medio de esa trágica realidad una voz apareció para ofrecerme su calidez. Para iluminarme un camino por el que salir de esa penumbra.
_ Kimberly.
Pronuncio mi nombre con dulzura y comprensión. Sin embargo, deseé que fuese la última vez que alguien se refería a mí con un nombre que ya no me pertenecía. En el mismo momento que traspasé el ataúd con mis propias manos, fue cuando todo mi pasado quedó en un vago recuerdo de lo que fue y nunca será más. Un visto y no visto que debía asimilar para soportar la presión de un corazón carente de buenas emociones.
Las manos de esa persona me envolvieron. ¿Un ángel sacándome del infierno? ¿Un protector aparecido en mitad de mi guerra interior? ¿Quizá una falsa esperanza de supervivencia? O puede que se tratase del mismo ángel de la muerte que por fin había venido en mi busca para llevarme al lugar al que pertenecía. Fuera lo que fuese solo podía dejar llevarme a arrastrar al lugar donde tenía pensado dejarme caer. Una vez consciente de mi muerte… ¿por qué seguir luchando?
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