VAMPIRA NOVATA
11:32 |
Publicado por
Noemy |
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Capitulo 4, parte 2:
Relato de Katrina.
Al abrir los ojos me encontré a Kesha a mi lado.
Esperó a mi despertar, y seguramente por una buena razón. Ella era la única en toda la mansión a la que apreciaba. La única en la que podía confiar en el caso de ser necesario.
Una mujer de carácter serio, puede que en realidad solo fuese reservada con su vida. Habría sido una mujer misteriosa si no nuestros caminos no se hubiesen cruzado en el pasado. Una mujer de aspecto inocente pero con un carácter digno del más leal guardián de la noche. Sí, ese era su cargo. Era capaz de arrancarle la cabeza a un vampiro superior con sus propias manos aunque significase su posible muerte. Así era Kesha. Salí del ataúd mientras sentía sus ojos puestos en mí. Sin duda, estaba ahí por una buena razón.
_ ¿Cuándo tienes pensado decirme el motivo por el que te encuentras aquí?_ Pregunté un tanto enfadada. Normalmente se comportaba bien conmigo, incluso me consentía demasiado, pero en otras ocasiones se volvía como la madre marimandona que nunca tuve.
_ ¿Dónde estuvisteis anoche?
_ Desconocía que debía dar explicaciones de a dónde voy o dejo de ir.
_ Hemos estados preocupados por su seguridad._ Explicó._ No debió desaparecer sin una escolta._ Me regañó.
_ Ya he dejado claro mi postura._ Le repliqué._ No es asunto tuyo lo que yo haga con mi existencia. Así que procura no meterte en ella._ Gruñi enfadada.
_ ¿Por qué sois tan cabezona? Mi señora.
Odiaba cuando todos pronunciaban esa palabra. No tenían el derecho de pronunciarla, yo no lo había ordenado, y mucho menos deseado. Pero todos se empeñaban en llamarme señora por poseer la sangre del primer vampiro por mis venas. Al pronunciar “señora” mi mente se perdía en aquellos recuerdos donde fui la mujer más feliz del mundo. Pero no tenía sentido recordar si él ya no estaba a mi lado. Los recuerdos solo me producían una triste nostalgia, un dolor que, a pesar de los años y décadas, aún seguía sin superar. ¿Por qué todos me mortificaban con los recuerdos? Cada vez sentía el impulso de abandonar la mansión, pero ellos nunca me lo permitirían por ser la hija de la noche. Un título que nunca pedí pero él me lo otorgó.
_ Deberíais hablar con Ezreal. Removió cielo y tierra cuando descubrió que habíais salido de la mansión sin decir nada.
_ Puede remover el cielo y la tierra que le venga en gana pero yo seguiré haciendo lo que me plazca porque soy libre de tomar mis propias decisiones._ Le gruñí.
Me aparté de su lado, dirigiéndome hacia el baño. Ella siguió mis pasos, quedándose en la misma puerta. Mientras introducía mi cuerpo en la bañera, Kesha me hablaba al otro lado de la puerta.
_ Mi señora, os ruego que no sigais saliendo de la mansión a hurtadillas.
Por lo visto no tenían interés en entenderme por más que pidieran que lo hicieran.
_ ¿Sería mucho pedir un poco de intimidad?
_ No os dais cuenta de las responsabilidades que poseéis por ser hija de la noche y del peligro que corréis al salir de hurtadillas de la mansión._ Comentó su punto de vista. Estaba decidida a cumplir aquella promesa que me hizo cuando nos conocimos._ No podemos protegerla si desaparece._ Sentía su preocupación._ La Orden nos otorgo el deber de protegerla del peligro que corre en el exterior.
El peligro tenía un nombre, Cazadores. Mortales con un único objetivo, acabar con la existencia de aquellas criaturas a las que nunca comprenderán. Solo conocí a un hombre quién tomó la decisión de cambiar su visión en la vida, y a quién le debo mi gratitud. Pero esa es otra historia.
Después del baño, me vestí y salí a la habitación donde Kesha seguía esperando. No se había movido de la puerta, como fiel guardaespaldas que resultaba ser. Cumplía muy bien con su labor, a pesar de mis intentos por evitarlo.
_ Ezreal la espera en el salón._ Comentó.
Salí de la habitación sin decir nada más. Y me dirigí al lugar indicado. El salón donde se celebraban todos los actos oficiales, el lugar donde la hija de la noche hacía su trabajo como líder de los vampiros. Aquel que desobedezca las órdenes ha de ser castigado. Una idea que resultaba irritante.
Crucé la puerta del salón. Al fondo se encontraba Ezreal, dándome la espalda.
Esperando mi entrada. Por lo visto, no iba a ser el único en regañarme por mi repentina escapada. Se volvió mostrando su rostro marcado por una enorme cicatriz negra. Hubo rumores sobre la causa de tal marca. Se decía que había sido un castigo de la Orden por desobedecer una de las normas que todo vampiro debe cumplir por el bien de la supervivencia entre ambos mundos. ¿Qué castigo cometió para acabar con su rostro marcado para toda la eternidad?
_ ¿Dónde habéis estado?_ Preguntó frunciendo el ceño._ No deberíais haber salido de la mansión sin una escolta que os protegiera. ¿Es que acaso no entendéis los peligros que os acechan?
_ He vivido mucho más que tú y sin embargo me sermoneas con el peligro que ha estado acechándome desde antes de que tu nacieras._ Me eché a reír._ Sé cuidarme perfectamente._ Le repliqué.
_ Mi deber como su guardaespaldas consiste en protegerla y saber en todo momento donde se encuentra._ Explicó._ Y es por esa misma razón por la que le he dispuesto una escolta.
Cuando volví la mirada vi a una mujer inclinada enfrente de mi.
Su cabello era del mismo color que la nieve y lo llevaba sujeto en una larga trenza.Vestía con ropas negras y ajustadas, con armas rodeando su cuerpo. En su rostro, un tatuaje en forma de mascara cubría la mayor parte de sus facciones, seguramente con la intención de ocultar su verdadera apariencia.
Era una sombra. Un guardián nocturno, encargada de supervisar la acción de los vampiros y castigar con sus propias manos los actos ilegales que éstos realicen. Era una asesina entre los asesinos. Entrenada con tal fin desde el día de su transformación por su gran habilidad de ataqué, que solo unos pocos vampiros consiguen desarrollar.
_ ¡No necesito una niñera!_ Le grité enfurecida.
_ Es por su seguridad._ Respondió Ezreal con tranquilidad.
_ Si me lo permitís, señora._ Nos interrumpió._ No percibiréis mi presencia puesto que me han enseñado a ocultarme con cautela._ Explicó.
Volví la mirada hacia Ezreal. Él no comprendía mi situación. Acababa de convertir a una adolescente. Tenía una responsabilidad con ella. No estaba dispuesta a incumplir la promesa que una vez hice.
_ ¡Soy suficientemente capaz de protegerme contra un maldito cazador si éste se cruza en mi camino!_ Le gruñí.
_ Se trata de nuestro deber.
Preferí dejar la conversación donde estaba. Tenía un deber que cumplir y muy pocas horas para ello. Crucé la sala, pasando por al lado de la guardiana. Antes de cruzar la puerta, ella se encontraba pegada a mi lado.
Me volví hacia ella, golpeándola en el vientre, usando una pequeña parte de mi fuerza. Atravesó la habitación hasta acabar estampándose contra la pared ante los ojos asombrados de Ezreal.
_ No os metáis en mis asuntos._ Les amenacé.
Sabía que tarde o temprano Ezreal descubriría a Siera pero por el momento debía mantenerla alejada de la Orden y enseñarle todo lo necesario para proteger su vida cuando ésta corriera peligro. Hice una promesa que iba a cumplir a toda costa, aunque significara acabar condenada.
Llegué a casa de Siera a gran velocidad. Seguramente estaba asustada por lo sucedido. Y tendría muchas preguntas que responder para tranquilizarla.
Pero nunca pensé encontrarme con aquella sorpresa. Ya no era la Siera que conocía, sino una hija de la oscuridad, y un miembro más de mi familia.
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