VAMPIRA NOVATA
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Noemy |
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Capitulo 2
Tuve un sueño bastante extraño. Me encontraba de pie, en medio de una larga calle de piedra, rodeada por numerosos y viejos edificios. Las personas que me rodeaban llevaban vestimentas de otra época. Estaba en una época completamente diferente pero sentía como si perteneciese a ella. Observaba a las personas, que caminaban de un lado a otro, envejecer por el transcurso del tiempo. Pero no fue lo único que cambiaba, sino todo lo que me rodeaba. Los edificios comenzaron a derrumbarse comprendiendo que no habían transcurrido diez segundos sino una década, las personas que circulaban cambiaban sus vestuarios, como si fuesen actores de una escena que apenas llegaba a mi comprensión. Todo lo que me rodeaba cambiaba a gran velocidad. Era como estar presenciando una película a cámara rápida y no tuviese en mi mano el mando para ponerla en pausa. En un segundo los edificios habían desaparecido por completo dejando un precioso paisaje a la vista, digno para ser pintado por el mejor artista. Al otro segundo se levantaron otros edificios completamente distintos, en otro segundo fueron transformados en casas sencillas, y en otro segundo eran enormes edificios iluminados por luces llamativas y espléndidas, indicándome que me encontraba en la misma ciudad de Chicago. Cuando observaba a las personas envejecer a cada paso que daban, comprendía y sentía que yo ya no pertenecía a esa época, y de algún modo deseé unirme a ellos pero algo me lo impedía, justo aquello que había sido demasiado tentador para no rechazar y que se había convertido en lo que más odiaba.
Abrí los ojos aturdida. Alguien golpeaba la puerta con bastante insistencia.
La habitación me daba vueltas. Volví a cerrar los ojos durante unos cortos segundos hasta que desapareció esa sensación. Me incorporé en la cama. Me sentía extraña. Caminé soñolienta, saliendo de la habitación y dirigiéndome al pasillo. Al pasar por la habitación de tía Elis vi la puerta abierta, la cama aún seguía hecha, recordándome que ella no volvería hasta unos días después. Entonces, ¿quién estaba golpeando a la puerta? Bajé por las escaleras hasta que acabé frente a la entrada. Pude ver por la pequeña ventana, situada al lado de la puerta, que el sol había salido hacía bastantes horas. ¿Había estado durmiendo tanto tiempo? Y lo que me llevó a la siguiente pregunta, ¿por qué no recordaba nada de lo que hice durante la noche? A los pocos segundos dejaron de golpear a la puerta, pero la persona que se encontraba tras ella no se rindió tan fácilmente, sino que comenzó a presionar el timbre. El sonido empezó a molestarme mucho más que los golpes. Acto seguido abrí la puerta para encontrarme a un agente de policía al otro lado. Llevaba cara de pocos amigos. ¿Qué pintaba un policía en mi casa?
Cuando me hice esa pregunta el terror invadió cada fibra de mi ser. ¿Le había sucedido algo malo a tía Elis? Los ojos comenzaron a inundarse de lágrimas y sentí un fuerte pinchazo en el corazón.
_ ¿Eres Siera Mapherson?_ Se aseguró.
Sentí el corazón oprimido, como si de repente una mano invisible atravesara mi pecho para apretarlo con todas sus fuerzas. Un dolor incurable. Perderla a ella significaría estar aferrada a la soledad para siempre, sin ninguna familia a mi lado.
_ Hemos encontrado tu coche destrozado a una hora de aquí, a la salida del pueblo de San Valley._ Explicó sin tapujos._ ¿Se encuentra tu tía Elis en casa?
_ Perdone, ¿ha dicho mi coche?_ El miedo, el terror y el dolor que sentía en ese momento, desaparecieron por culpa de la sorpresa que logró dejarme con la boca abierta.
_ Una camioneta blanca al nombre de Mapherson._ Leyó los apuntes de su pequeño block que sujetaba en la mano.
De repente lo recordé todo. El lobo en medio de la carretera, el intento fallido de esquivarlo y caer por un barranco cuesta abajo a gran velocidad y…, hasta ahí llegaba mi memoria. Todo lo demás estaba oscuro. No recordaba nada. Entonces, ¿cómo había acabado en casa sin ningún rasguño?
Levanté la mirada para percatarme el modo en el que el policía me observaba. Estaba empezando a sentirme como una criminal. Debía salir de esa situación cuanto antes. Los nervios comenzaron a resurgir provocando una imprevista voz temblorosa.
_ Gracias por venir a informar. Tuve un pequeño accidente y…_ De pequeño nada, por lo menos es lo que recuerdo._ … y no he podido dar parte de lo sucedido, pero lo haré inmediatamente._ Solté mientras cerraba la puerta poco a poco._ Puede estar seguro que mi tía Elis se encuentra al tanto de lo ocurrido. Gracias._ Fue la última palabra en pronunciar antes de cerrar la puerta.
Al fin pude suspirar aliviada. Había conseguido ganar algo de tiempo. Tendría que dar muchas explicaciones cuando Elis lo supiera, y eso no iba a ocurrir hasta que el agente decidiera verificar mi pequeña historia. Bueno, solo había mentido en un cincuenta por ciento, pero justo lo necesario para ser pillada y para ser sometida al interrogatorio personal de tía Elis. Y ¿qué explicaciones le iba a dar?
Un pequeño sonido irrumpió mis pensamientos. Estaba hambrienta. Demasiado hambrienta, algo inusual en mí. Normalmente atacaba el frigorífico cada dos por tres. A veces me comportaba como una garrapata que no se separaba de su sustento, siempre enganchada de ella. Prácticamente era lo que más veces repetía al día. Nunca me había saltado una comida y…, sentía como si lo hubiese hecho. Caminé hacia la cocina, asalté el frigorífico. Cogí un cartón de leche y unos pocos cereales guardados en el interior de uno de los armarios de arriba. Agarré un bol y me dispuse a desayunar. El sabor de los cereales era diferente. Parecía estar triplicado. Pero no era lo único extraño. Veía a la perfección, hasta el último detalle de la pequeña bolita de chocolate. Toda la habitación comenzó a dar vueltas mientras intentaba levantarme y correr hacia el baño, donde acabé echando hasta la última papilla. ¿Había enfermado de repente?
Me puse en pie. Débilmente caminé hacia el lavabo, me dispuse a cepillarme los dientes para quitarme el sabor desagradable hasta que la sorpresa, tal vez incluso se tratase de terror, atacase de nuevo. Delante del espejo se encontraba una persona completamente diferente a mí, de ojos oscuros como la misma noche, rostro pálido e increíblemente sin acné y delgado.
Podía ver perfectamente sin necesidad de llevar gafas. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Tendría relación con el accidente? Imposible. ¿Cómo pude haber cambiado tanto en tan solo unas pocas horas?
A los pocos minutos llegué al hospital donde me examinaron.
Cuando el médico del pueblo, y viejo amigo de mi tía Elis (por no decir eterno pretendiente) recibió los análisis de sangre se quedó perplejo. No había señal de ningún síntoma que explicase el cambio tan radical que había sufrido en tan poco tiempo.
_ En tus análisis no hay nada extraño. Todo parece estar bien._ Comentó menos convencido que yo.
_ ¿Cómo puede explicar que haya adelgazado 15 kilos en una noche?
Volvió agachar la mirada. No sabía la respuesta.
_ Puede ser causa del crecimiento. Los adolescentes pueden sufrir diferentes… cambios y, precisamente, te encuentras en esa edad.
_ “Tengo dieciocho años, no catorce.”_ Pensé furiosa por ni siquiera haberse molestado en leer mi expediente médico. Y por lo visto, tía Elis no solía hablar de mí con sus amistades.
Menuda ayuda acababa de obtener. Me levanté del asiento y me dispuse a salir de su consultorio a pesar de sus vagos intentos por detenerme.
_ Deberías informar a tu tía Elis._ Sugirió amablemente.
_ Seguro._ Le mentí. Como si ella mostrase algún síntoma de preocupación. Y además, lo que menos necesitaba en ese momento era más preguntas sin contestar. Ya poseía una buena colección.
Crucé la puerta sin mirar atrás. Dejando al buen doctor que siguiera analizando los datos de los tres análisis que había sido obligada hacerme por pensar, desde un principio, que se trataba de un error provocado en el laboratorio.
Llegué a casa justo en el mismo instante que el chico que se acababa de mudar a la casa de al lado salía por la puerta. Se quedó quieto. Mirándome fijamente, siguiendo cada uno de mis movimientos desde que aparcaba el coche en casa y bajaba de éste para entrar por la puerta.
En toda esa trayectoria él no había apartado la vista de mí. Y yo también había hecho lo mismo. Me llamó la atención el pendiente en forma de cruz negra que llevaba puesto, su chaqueta negra de cuero, su corte de cabello y pantalones desgarrados. Daba la impresión de ser un chico duro, puede que incluso rebelde, a primera vista. Me pregunté si de verdad era como su apariencia dejaba entender. He aprendido en la vida que las personas nunca parecen ser lo que uno mismo cree. Cuando llegas a conocer a fondo a esa persona, ésta te decepciona.
Nuevamente comencé a sentirme mareada. Corrí hacia el interior de casa. La habitación me daba vueltas, lo que dificultó que llegase al comedor. Sentía la sangre ardiendo en mi interior. Apenas podía respirar. Mis pies no sostuvieron el resto de mi cuerpo, y caí desplomada en el suelo. Toda fibra de mi ser empezó a temblar con euforia, golpeando tanto la espalda como la cabeza contra el suelo.
Todo se volvió oscuridad pero yo aún seguía sintiendo dolor. Un dolor insoportable. Era incapaz de mover cada uno de mis músculos. Estaba inmóvil, tirada como una muñeca de trapo a la espera de ser recogida por su dueña. Aquel dolor infernal, aquella sensación de morir, el accidente y el cambio drástico solo podían ser producto de un sueño, de un sueño tan real como la vida misma. Sí, debía tratarse de eso mismo y cuando despertase a la mañana siguiente todo habría desaparecido y nada habría sucedido, y seguiría siendo la misma pringada de siempre. Porque los sueños son solo sueños.
_ ¿Cómo te encuentras? Querida. _ Sonó una voz familiar en el interior de la habitación.
Abrí los ojos, contemplando cada detalle minúsculo que flotaba en el aire. ¿Eso eran partículas de polvo? Veía cada detalle situado a la vista con gran precisión, incluso mejor que si llevara unas gafas o prismáticos. Me incorporé hacia adelante. Me sentía diferente. Increíblemente ligera. Apenas me había percatado de la gran rapidez con la que había acabado sentada en el suelo. Observé mis manos. Estaban blancas. Mis brazos también, toda mi piel había palidecido. Mi rostro se sentía suave bajo la yema de mis dedos. Y el tacto de mis manos resultaba tan diferente. Me sentía otra. Una persona completamente distinta, como si mi alma estuviese en un cuerpo al que no le pertenece. Pero esa misma sensación resultaba tan gratificante.
_ ¿Y bien?
Reaccioné de la misma manera que si hubiese expuesto la mano al fuego. Retrocedí asustada al ver a una mujer vestida de negro sentada en uno de los sillones.
_ ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?_ Pregunté aterrorizada.
Se echó a reír con indiferencia, divirtiéndose con el terror que estaba sufriendo en esos momentos.
_ Sal de mi casa antes de que llame a la policía._ Le amenacé. Y debió surtir efecto porque sus labios dejaron de sonreír, dejando a ver su rostro más siniestro.
¿Salvado la vida? ¿Había oído bien aquellas palabras? Entonces, si estuve a punto de morir en aquel accidente. La miré sorprendida y aterrada por la verdad que se encontraba cerca de mí, a tan solo medio metro de distancia, mirándome con aquellos ojos rojos que ya no se ocultaban bajo unas oscuras gafas. ¿Quién era ella?
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