Esta es una historia sobre una adolescente que es transformada en vampiro antes de morir. Es la primera historia que escribo sobre este tema y espero que os guste. Intento que sea original por lo que puede que halla más de una sorpresa inesperada. Espero que os agrade. Y no olvidéis comentar.
Capitulo 1

Mi vida no resulta interesante sino todo lo contrario. A mis diecisiete años había sufrido todo tipo de desengaños, desde el rechazo de todos mis compañeros de instituto hasta el abandono de mi padre. Nunca he tenido amigos, ni siquiera he conocido la amistad y mucho menos el sabor dulce del amor. He sido, y sigo siendo, una pringada en todos los sentidos. ¿Y por qué? Por ser físicamente diferente a todos los demás. No soy lo que se podría definir como atractiva. Mi cuerpo no es delgado, sino todo lo contrario. Y oculto mi rostro bajo unas absurdas y gigantescas gafas. Tampoco visto a la moda, más bien todo lo contrario a ser moderna. Y bueno, mis gustos y preferencias son bastantes distintos a los considerados tópicos para los adolescentes. Odio asistir a las fiestas (por el simple hecho de acabar siendo el payaso invitado), adoro leer porque lo considero una buena forma de culturizarme, no me gusta ir de compras (por la cara de la dependienta cuando me revisa de primeras antes de atenderme y cuando mis ánimos decaen al colocarme delante del espejo) y prefiero las películas clásicas antes que las actuales. Seguramente todos mis gustos han provocado el rechazo que sufro constantemente en el instituto. A veces desearía convertirme en otra persona pero es así como soy y dudo que algún día pueda cambiar. Bueno, eso era lo que pensaba porque nunca iba a imaginar que aquello que más deseaba si iba a cumplir. Dándome muchos más problemas de los que ya tenía a mis diecisiete años.

            Todo comenzó en el mismo día que cumplí dieciocho años. Esa mañana no quise levantarme de la cama. Pasar todo el día en casa y evitar el instituto no era un mal deseo de cumpleaños pero mi tía Elis no pensaba lo mismo. Entró en la habitación sin ni siquiera acordarse del día que era. Por lo visto, resultaba insignificante para mi propia tía. Ella me acogió cuando mi padre me abandonó cuando yo apenas tenía cinco años de edad. Apenas recuerdo algo de él, exceptuando, el color de sus ojos. Un color azul, idéntico al mismo océano. Seguramente sus ojos seguirán perdurando en mi memoria por más tiempo que transcurra. Desde entonces, desde su marcha, me he sentido como un estorbo en casa de mi único familiar. No me malinterpretéis, me ha cuidado bien y ha estado ahí cuando más la necesitaba, pero nunca me he sentido como parte de su familia. Seguramente es porque ella nunca quiso formar una. A sus cuarenta y dos años sigue soltera. Nunca la he visto teniendo citas con otros hombres, y tampoco con otras mujeres. Siempre ha estado dedicada a su trabajo. Se podría decir, que abandonó la posibilidad de crear su propia familia desde el principio de su carrera como detective de homicidios. Sí, lo habéis entendido bien. Ella es una importante detective que ha conseguido resolver numerosos e increíbles casos, y de lo más extraños. Pero eso es otra historia.
            _ ¿Hoy no tienes pensado ir a clase?_ Preguntó cruzando los brazos y arqueando la ceja en señal de desaprobación.
            _ Me encuentro mal._ Mentí, y algo me decía que esa mentira no iba a resultar creíble. Por más que pusiera cara de enferma, ella no iba a salir de mi habitación hasta ver como me levantaba de la cama.
            _ No puedes faltar ahora que te queda unos meses para graduarte. Cuando lo hagas puedes quedarte en la cama todo el tiempo que quieras. Hasta entonces…_ Se acercó a grandes pasos y, antes de comprender sus intenciones, ella agarró las sábanas, apartándolas de la cama, dejando a descubierto mi cara sorprendida._ … debes asistir a las clases y graduarte. Tu madre así lo habría querido.
            Rara veces mencionaba a mi madre. Tal vez por el dolor que le causaba la muerte de su única hermana. Nunca he sabido como ella murió. Y esa incógnita  me ha hecho suponer que ella murió de alguna enfermedad. Por más que le preguntase, ella evadiría mis preguntas una y otra vez, y nunca hallaría la respuesta que tanto deseo encontrar. Tampoco sé como era mi madre. Ni siquiera la recuerdo. Y todo porque ella murió al poco tiempo de darme a luz. Esa podría ser la razón por la que mi padre me abandonó en casa de Elis. Por sentirse incapaz de cuidar a una niña tan pequeña.
            _ Esta bien._ Me dí por vencida. Ella era bastante astuta. Sabía como salirse con la suya pronunciando unas pocas palabras. Me levanté de la cama, dejando caer mis pies descalzos sobre el suelo de madera._ Estoy deseando graduarme de ese infierno.
            Me miró extrañada por aquellas palabras. ¿Cómo no lo iba a estar si apenas sabía de mi vida diaria? Las burlas a las que era sometida constantemente, lo ignorada que me sentía, y los comentarios que había a mis espaldas. Unos días había sido una bruja (de verdad, con escoba y todo), otros días había sido la tonta que participó en un concurso de televisión y fue eliminada en el mismo casting de concursantes, y ahora era el bicho raro de los que todos se alejaban por miedo a acabar como yo. Intenté cambiar todo aquello cuando una chica acababa de llegar nueva al instituto, estuvimos hablando durante unos pocos minutos hasta que la chica popular del instituto (y el piiiiiiii del instituto) apareció arrebatándome la única oportunidad de congeniar con otra persona. Puede que esté equivocada por ello, después de algunas miradas de asco, ella terminó sonriendo y hablando conmigo del cine clásico. Pero no duró demasiado. Y mira que lo intenté después. Esa chica, Amber, nunca más me dirigió la palabra por más que nos cruzásemos por el instituto o coincidiéramos en numerosas clases o actividades extraescolares. Ella formó a ser parte del grupo de las chicas populares. No era de extrañar porque después de que Elizabeth (o como ella prefiere ser llamada, Lizz como Lizz Taylor) la transformase en toda una belleza. No era la chica que había conocido. Su larga melena pelirroja había sido cortada hasta por encima de los hombros, y vestía con los últimos modelitos de la temporada (algunos eran un poco atrevidos). Y por supuesto, los chicos estaban más interesados en la pelirroja.
            Como toda adolescente, soñaba con mi príncipe azul y, por supuesto, tenía nombre y apellido. Se llamaba Max Richardson. El chico más popular del instituto         (¿Aspiraba alto? La respuesta es obvia.) con un cuerpo atlético dado que era miembro del club de natación, con unos ojos verdes y esmeralda por los que toda chica soñaba tener cerca, una sonrisa capaz de dejar extasiada a toda chica, y su cabello negro como la misma noche. Era, y seguirá siendo, el chico por el cual yo moría cada minuto. Mi corazón palpitaba a mil por hora cuando nos cruzábamos. Soñaba con escuchar de sus labios una invitación al baile que se aproximaba. Rezaba por convertirme en su novia. Pero como todo sueño, resulta bastante complicado de cumplirse.
           Cuando crucé la entrada del instituto me arrepentí de no haber hecho pegas esa mañana. Al ser Viernes tenía que encargarme de los decorados del teatro. Esa era a la actividad extraescolar a la que me había apuntado. Al principio lo había hecho con la intención de ser uno de los actores pero acabé convirtiéndome en la encargada del decorado. Resultaba de lo más humillante cuando escuchaba la risa y las burlas de Lizz y su maldito grupo. Pero lo peor de todo era ver como le daban el papel protagonista sin ni siquiera saber cantar. Amber era perfecta para ese papel, tenía talento y la voz, pero el profesor de teatro prefirió dárselo a la chica popular porque así conseguiría que todos fuesen a ver su obra. La obra que él había escrito con su propio puño y letra.
            Después de algunos comentarios ofensivos, algunos empujones a posta, burlas, y bueno, todo lo que me hace ser una pringada, finalizó las clases. Por fin era Viernes por la tarde, mi cumpleaños y tenía todo un fin de semana para disfrutar de la tranquilidad. Pero lo peor de todo llegó cuando al salir vi a Lizz y a Max hablando tranquilamente.
              Ella deslizaba su mano sobre el cuerpo de Max, comportándose como la golfa que era. No quise seguir viendo tal escena, sino que corrí hacia el aparcamiento, pero justo en el mismo instante que pasé por al lado de ellos nuestras miradas se cruzaron y mi corazón se colapsó.
            _ Por ahí va la pringada._ Soltó Lizz sin ningún tipo de escrúpulos.
            Fui estúpida al pensar que él me defendería de sus ataques pero solo siguió hablando con ella como si no hubiese dicho nada. Entonces comprendí que no existía esperanza alguna. Él estaba fuera de mi alcance. Y Lizz acabaría conquistándolo y convirtiéndolo en uno más de sus trofeos.   

            Cuando llegué a casa me encontré una bolsa de viaje enfrente de la puerta. No me resultaba extraño verla. Estaba demasiado acostumbrada a las ausencias de Elis. Todas por culpa de su trabajo. Y ese día no iba a ser la excepción. Pero aún así, siempre me preguntaba cuanto tiempo iba a estar sin ella. De repente apareció cruzando la puerta que llevaba a la cocina.
            _ Tengo que ausentarme una semana._ Confirmó mis sospechas, pero nunca pensé que iba a ser tanto tiempo.
            _ Ya veo._ Fue lo único que pude contestar en ese momento. 
               Se acerco a grandes pasos, recogiendo su bolsa de viaje del suelo. Me besó en la cabeza y se marchó sin ni siquiera pedirme que tuviera cuidado durante su ausencia. No había duda la poca preocupación que sentía por su sobrina. Iba a estar toda una semana sola. Y lo más triste, en el día de mi cumpleaños. No tenía a nadie con quien celebrarlo. Me volví hacia la ventana situada a mi espalda, observé como la figura de mi tía se alejaba y se subía en su coche para marcharse. A los pocos segundos un taxi se detuvo enfrente de la casa de al lado. 
                 Un chico de mi misma edad bajó del vehículo al mismo tiempo que el conductor hacía lo mismo. Caminó hacia el maletero, que rápidamente abrieron sacando de su interior dos grandes maletas. El chico siguió su camino hacia el interior de la casa. ¿Quién era?
            Después de varios minutos caminando por el interior de la casa, decidí salir antes de volverme loca. Necesitaba mantener la mente ocupada y dejar de pensar en lo patética que resultaba mi vida. Subí a la camioneta y conduje hasta llegar a la biblioteca regional. Apenas había movimiento, exceptuando por los universitarios que se pasaban las horas metidos con los libros pegados delante de sus narices. Procuré caminar en silencio, a pesar de la madera que crujía irremediablemente cuando posabas el pie encima. Caminé entre las estanterías, sin apenas fijarme en la mayoría de los títulos hasta que me detuve en seco. Sin darme cuenta había acabado enfrente de un libro de fantasía sobrenatural. Cogí el libro y, cuidadosamente, leí un breve resumen de la historia que estaba escrita en la parte de atrás. Sin duda era mucho más que sobrenatural. Se trataba de una historia de vampiros, parecida a las películas clásicas que tanto me gustaba ver. Sin pensarlo, decidí llevármelo a casa. Era un libro o nada. Necesitaba hacer algo diferente.
            Al cruzar la salida de la biblioteca, mi cuerpo se estampó contra un muro de mármol. El libro cayó al suelo y yo acabé avergonzada cuando levanté la mirada para comprobar que lo que yo había considerado un muro era una chica. 
             Su larga melena roja como el propio vino cuyos mechones rizados caían sobre su hombro con una elegancia sin igual. Facciones suaves y delicadas, sin una sola mancha o marca de acné. Su tez era clara, incluso parecía estar pálida. Y sus ojos los ocultaba bajo unas gafas oscuras. Vestía el negro con bastante sofisticación. Torció una sonrisa dulce en la comisura de sus labios, y prosiguió su camino como si nada hubiese sucedido pero justo en el mismo umbral de la puerta, justo en el mismo instante que recogía el libro tirado en el suelo, ella pronunció mi nombre.
            _ Tú debes ser Siera.
            La sorpresa invadió mi interior. ¿Cómo sabía ella mi nombre si no nos conocíamos? Me volví rápidamente hacia ella pero ya no estaba. Corrí hacia el interior de la biblioteca, recorriéndola de arriba abajo y todos los rincones, pero no había señal de ella. Era como si hubiese sido producto de mi imaginación. Como si mi deseo de tener una amiga hubiese sido posible en un solo segundo.
            Mientras me borraba de la mente lo sucedido, subí a la camioneta y conduje de vuelta a casa. 
                      La biblioteca se hallaba a una hora, por esa misma razón Elis me había pedido en numerosas ocasiones que no fuera, pero era el único lugar donde no iba a encontrarme con nadie del instituto. El único lugar donde hallarme segura, y ser yo misma. Pero debía obedecer la petición de mi tía, porque si lo hubiese hecho mi vida no habría cambiado. Un lobo se cruzo en medio de la carretera. Se quedó quieto, observando cómo me acercaba peligrosamente hacia el. Sus ojos se iluminaron por la luz de los faros, y comprendí al ver el rojo de sus ojos que de ahí no salía con vida.

            Sentía fuertes pinchazos en el abdomen. Apenas podía mover mi cuerpo. Me rabiaban los arañazos provocados por los cristales rotos. Sentía la sangre deslizarse por el rostro, cayendo gota a gota sobre mi pecho. Me dolía todo, desde los brazos hasta las piernas. Con las manos intenté liberarme del cinturón pero no podía, me había quedado sin fuerzas. Sabía que estaba a punto de morir, y sin embargo, lo único que pensé fue en reunirme con mi madre. Tal vez, la muerte no resultaba una mala alternativa. Cerré los ojos y dejé que el tiempo transcurriera y me llevará donde más deseaba estar.
            Desconozco el tiempo que estuve dentro de la camioneta. Ni siquiera podía abrir los ojos. Sentí unas manos frías como el hielo sacarme del vehículo. No me arrastraron por el suelo. Cuando al fin fui capaz de abrir los ojos unos pocos milímetros pude ver una figura negra que me llevaba en sus brazos hasta que se detuvo y cayó de rodillas al suelo conmigo entre sus brazos. Su mano cubrió mis ojos con ternura. Sí, ahora estaba segura de lo fría que era el tacto de su piel.
            _ Siera._ Pronunció mi nombre con una ternura que nunca antes había escuchado en una persona._ Solo podré ayudarte si tu deseas tal fin.
            De pronto varias imágenes golpearon en mi mente. El rostro de Elis acogiéndome en su hogar, el recuerdo de mi padre alejándose cada vez de mí, el momento en el que mi tía me dijo lo contenta que estaría mi madre si me graduase, el dolor que le ocasionaría a mi única familia.
            _ No quiero morir._ Mis labios se movieron sin ser consciente de ello.
            Entonces, sus brazos se aferraron a mi cuerpo con fuerza, tanta fuerza que apenas conseguía respirar, y repentinamente sentí dos pinchazos en el cuello. Y liberé del interior de mi cuerpo un grito ahogado que lentamente se fue silenciando con la oscuridad.

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