Sangre Negra
10:46 |
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Noemy |
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Este es el segundo capitulo de Sangre Negra (título temporal). Es un poco largo. Espero que os guste y os resulte interesante esta historia. Quiero explicar que intentó que el personaje protagonista sea una mujer luchadora que tiene que enfrentarse con su nueva naturaleza. Bueno, espero que os agrade.
Capitulo 2: ¿Una segunda oportunidad?
_ “Despierta”_ Ordenó la voz de la mujer de mis sueños.
Abrí los ojos con rapidez, sintiendo el miedo recorrer todo mi cuerpo. Miedo por verla delante de mí con mi corazón en su mano. Una imagen que iba a ser incapaz de borrar con tanta facilidad. Pero en su lugar candelabros colgados en la pared iluminaban la habitación con sus velas rojas encendidas. Una habitación sin ventanas. Un enorme armario de madera antigua con trazados llenos de historia enfrente. A su lado, un inmenso espejo de cuerpo entero. Las paredes de ladrillo blanco y el suelo recubierto de madera oscura. Ningún tipo de decoración que no fuesen los mismos, y pocos, muebles. Y tan solo dos puertas, la del baño y la salida. Nunca antes había estado en aquel lugar. Tan sombrío y siniestro. Daba la impresión de ser una mazmorra medieval donde llevar a las víctimas antes de torturarlas. ¿Estaba realmente en un castillo? Imposible. La ciudad de Nueva York carecía de castillos históricos donde llevar a los turistas.
Dejé caer mis pies, aún descalzos, sobre el suelo y lentamente caminé hacia la puerta de metal. Con sigilo la abrí, asomándome seguidamente por el corto hueco que había dejado entre el encierro y la salida. Solo pude ver un largo pasillo por el cual ni una sola presencia caminaba. Llegué a pensar que todo debía de tratarse de una broma de mal gusto. Desde mi despertar en el cementerio hasta…, no quería recordarlo. Salí de la habitación y caminé por aquel pasillo mientras desviaba mis ojos de un lado a otro vigilando cualquier movimiento inoportuno. Pero al final solo hallé otra puerta, que esta vez no estaba cerrada. Abierta porque alguien ya me esperaba al otro lado. Debió de escuchar mis pasos al caminar porque su voz retumbo en las estrechas paredes.
_ Te has despertado antes de lo esperado. _ Dijo la voz de un hombre.
El miedo me invadió pero eso no impidió el dirigirme al interior de la habitación. A esas alturas era mejor arriesgarse y enfrentarse a los acontecimientos antes de que éstos golpeasen mi trasero. Mejor ser valiente que una maldita cobarde. Mejor morir que vivir sin saber la verdad. Supongo que pueden resultar ideas un tanto extrañas.
Cruce la puerta para entrar en una enorme sala en donde solo había al fondo una enorme chimenea de piedra rústica. Enfrente de ella se encontraba aquel hombre, vestido con un largo abrigo negro de piel. De cabello blanco como la nieve. Mirando con fijación al fuego que se encontraba delante de él. ¿Podría tratarse del mismo ser que jodió mi vida? Un hombre alto, vistiendo un largo abrigo negro. Sin embargo, existía la posibilidad de ser una coincidencia. ¿Iba a perder el tiempo con gilipolleces? Furiosa por lo que me había hecho Corrí hacia él pero antes de estar lo suficientemente cerca para golpearle, él se encontraba al otro lado de la sala. ¿Cómo lo había hecho? Me deshice de las preguntas y volví al ataque pero él volvió a esquivarlo con facilidad, casi resultaba imperceptible sus movimientos. Demasiado rápidos para seguirle. Al final, caí al suelo cansada. Él me miró mientras se acerca, colocándose delante de mí a muy poca distancia. No mostraba ninguna emoción en su rostro. De pronto sentí un extraño ardoz en la garganta. Sentía como si me estuvieran atravesando mi garganta con miles de agujas.
_ ¿Qué me ha hecho?_ Pregunté mientras la necesidad de llorar afloraba pero era incapaz de derramar una sola lágrima. Llevé la mano hacia mis ojos, notando la piel que se encontraba debajo, completamente seca. Ni una sola lágrima que la humedeciera.
_ Supongo que ya eres consciente de los verdaderos hechos. Morir para después regresar como un cadáver andante. _ Explicó sin evasivas._ Habrás notado como tu garganta arde al ver la sangre y como la sed que sientes se hace cada vez insoportable hasta el punto de aniquilar a cualquier ser que este en tu camino.
_ ¿Qué soy? _ Le pregunté con la pequeña esperanza de obtener una respuesta contraria a las conclusiones que yo misma había sacado. Segura de haber dejado de ser un ser humano pero… no había podido averiguar lo que era. Si un maldito demonio o un espectro encarcelado entre el mundo de los vivos y los muertos. Debía de ser así porque no podía razonar otra explicación que no fuese esa.
_ ¿Aún preguntas lo que eres? ¿Desconoces tu nueva naturaleza? Eres capaz de ignorar la nueva vida que el destino ha escogido para ti._ Se confirmó así mismo las sospechas que ya tenía sobre mí.
Levanté la mirada para observar su rostro. De facciones suaves y bellas, sin una sola arruga a pesar de tener un cabello blanco como la nieve. Sus ojos negros comenzaron a cambiar a un color carmesí. De su labio superior sobresalían dos colmillos afilados. Idénticos a los de ese callejón. No era el mismo hombre pero su apariencia era similar. Me miraba sin señales de alma en su interior. Ninguna emoción. Frío como el hielo. Carente de emociones. Inmóvil como una simple estatua de mármol.
_ Ya no eres humana. _ Contestó esbozando una gran sonrisa._ Eres lo que los humanos han llamado durante siglos, un no muerto. Un hijo de la oscuridad. Un vampiro.
El ser que estaba viendo, era el mismo ser que yo era. ¿Qué podría haber de humana en mi interior si fui capaz de descuartizar con mis propias manos a tres hombres que me superaban en altura, fuerza y maldad? Si fui capaz de hacerlo, entonces, nada bueno había en mi. Otra bestia más en este mundo oscuro.
Rendida por aquella revelación bajé la mirada y cerré los ojos con todas mis fuerzas. Ya no importaba nada más. Debía de olvidarme de todo lo que amaba. Mi vida arrebatada por las garras de un ser despreciable. Un destino y una nueva vida que no pedí vivir. ¿Por qué yo? ¿Qué había hecho de malo para acabar de esa manera?
_ No deberías rendirte tan pronto. _ Comentó, observando desde la altura la gran tristeza que me invadía. _ Has sido escogida para una segunda oportunidad y no deberías desaprovecharla de esa manera.
Levanté la mirada asombrada por esas palabras. Tal vez llegaban a ser ciertas y llenas de sabiduría, pero estaba rota por dentro y nada iba a cambiar eso.
Extendió su mano, ofreciéndola.
_ Si tanto deseas morir puedes volver al agujero donde te encontré. Pero si escoges quedarte aquí tendrás que aprender a vivir con tu nueva naturaleza y regirte a las nuevas normas con las que los vampiros nos identificamos. _ Explicó severamente._ No obstante, el pasado ya no volverá. ¿Por qué no vivir el presente?
Levanté el brazo, dejando mi mano sobre la suya y mientras nuestros ojos se encontraban me levanté del suelo. Gracias a sus palabras conseguí que esa soledad que tanto me angustiaba recuperar nunca apareciese. Nunca más sola.
_ ¿Eliges vivir?_ Preguntó impaciente por conocer mi respuesta.
_ No puedo elegir vivir cuando estoy muerta pero elijo buscar a la bestia que me dio dicho fin y acabar con su miserable existencia._ Respondí sagazmente. La venganza era lo único que me movía, y eso no lo iba a desperdiciar. Su muerte iba a ser mi principal objetivo, para así impedir que le arrebatase la vida a más personas.
_ Entonces no tenemos tiempo que perder. _ Se colocó a mi lado a gran velocidad, en menos de un segundo, una velocidad extraordinaria. _ Daphne te proporcionara todo lo que necesites para instalarte.
_ ¿Instalarme?
_ Vamos a necesitar mucho tiempo para controlar tus instintos._ Explicó. Su voz sonaba sin ninguna emoción.
Nuevamente volví a mirar toda la sala, preguntándome en qué lugar de la ciudad de Nueva York me encontraba recluida. Yo solo conocía el centro de la ciudad. Rodeado de enormes edificios, el inmenso e increíble puente, los maravillosos monumentos Esa noche otro nuevo mundo fue revelado. Un mito se hacía realidad. Ahora sabía que todo era posible en esta nueva vida.
Me acompaño a otra habitación donde poder descansar. Cuando llegamos a la puerta desapareció sin una despedida en su boca. Demasiadas verdades que debía asimilar para enfrentarme a este nuevo rumbo que aparecía ante mí.
Abrí la puerta para encontrarme con otra sorpresa. Una mujer de tez oscura estaba dentro, esperándome. Sus ojos eran marrones chocolate, con tanta dulzura y tristeza en ellos. Sus facciones suaves y delicadas, un rostro angelical sin duda. De sonrisa forzada por sentimientos y emociones que no sentía. De cabello cobrizo del mismo tono que los rayos del sol en un día de primavera. A mi lado, a pesar de medir algo más de un metro sesenta, resultaba ser bajita. En cierto modo, debía de ser cuatro años menor. Era solo verla y sentía esa atrayente sensación de protección. Como un peluche que deseas guardar de tu hermano mayor para que no acabe destrozándolo.
En las manos llevaba sábanas blancas que rápidamente dejó caer encima de la cama. Se volvió para mirarme, pero me dio la sensación de evitar encontrar nuestras miradas. Temía hacerlo. No pronunció palabra, solo se limitó a salir de la habitación para dejarme intimidad. Tras cruzar el umbral cerró la puerta. Cuando escuché el sonido de la puerta al cerrarse, caí de rodillas. Había intentado ser fuerte comprendiendo lo que estaba sucediendo. A veces intentas asimilar tanta verdad de golpe que resulta difícil hacerlo. Resignarme a la idea de olvidarme de mi yo del pasado para centrarme en un nuevo yo totalmente desconocido. Sentía un enorme dolor en el pecho, y las ansias de llorar se hacían cada vez más fuertes. Solo una pregunta se replanteaba en mi angustiada mente, mientras mis ojos se desahogaban en miles de lágrimas secas: “¿Por qué yo?”. Y de repente dejé que estas lágrimas siguieran derramándose con más fuerza, intentando capturar los pedazos rotos de mi alma mientras aún sintiera que estaba dentro. Sintiendo la primera lágrima derramarse por mi rostro aunque apenas fue perceptible. Pudo haberse tratado de una esperanza que se desvaneció con tanta rapidez que parecía ser un sueño irreal.
_ Nunca he deseado morir. No quise morir._ Dije a mis propios fantasmas personales entre sollozos.
Me daba cuenta de lo tarde que resultaba ser para despedirme de los seres que había amado. Habría sido menos doloroso despedirme de John y Sarah, pero ahora ellos lloraban mi pérdida. Ambos pensaban que me encontraba dentro de un ataúd a varios metros de profundidad, pero estaban equivocados. Ya no había nada dentro de aquella caja de madera. Solo los signos de mi lucha por salir de ahí. Lloraban mi pérdida sin saber que seguía viva, convertida en un no muerto para acabar vagando durante toda la eternidad para estar siempre sola. Sola para toda larga existencia. Ese era mi castigo por un crimen que nunca cometí pero del cual no dudaría en vengarme.
Decidida en alcanzar un único objetivo, una única meta, la muerte del maldito ser que cambió el rumbo de mi vida. Ahora íbamos a estar en idénticas condiciones, y esta vez iba a ser yo quien lo matase. Le arrancaría su maldito corazón para hacerlo en trozos, y se lo iba a hacer tragar. Había decidido seguir adelante con esa idea en mente.
Durante una larga semana me enseñó las ventajas y las consecuencias de ser un vampiro, aunque estas últimas podía utilizarlas como ventaja si sabía jugar bien las cartas. Me explicó que relatos y mitos eran ciertos, y cuáles eran solo falsas historias que se alejaban de la realidad. La historia de la sangre real frente a la sangre negra. La primera, solo poder falso mientras que la segunda era la de más poder y a la que más se debía de temer si por desgracia se te cruzaba en tu camino. Se convirtió en un maestro que le enseña todo lo necesario que un vampiro novato debe saber para sobrevivir con su nuevo ser.
Nos encontrábamos en otra sala, mucho más pequeña donde nos vimos por primera vez. Suelo y paredes recubiertas de madera antigua, con cierto toque elegante. Una gran alfombra con dibujos extravagantes extendida en el suelo. Lámparas de gas pegadas en cada esquina de la habitación. Un enorme cuadro al fondo (donde habría estado la chimenea al haber sido la sala grande) enmarcado con oro. El pintor había sido capaz de captar la tragedia y el horror que una guerra conllevaba. Sangre en los cadáveres, en el suelo e incluso en los rostros de los que aún seguían con vida y luchaban por sus ideales. Innecesaria y siempre con consecuencias. Guerras sin sentido. Estaba delante de ese mismo cuadro, observándolo fascinada por sus maravillosas pinceladas, energéticas y bellas, como habría deseado su autor.
El vampiro del pelo blanco estaba situado justo detrás de mí. Aún no había sido capaz de decirme su nombre, y yo había temido preguntar. ¿Tras la muerte se puede conservar el nombre? Esa pregunta había sido respondida tras ver con mis propios ojos una lápida escrita con mi nombre. Esa noche juré que iba a ser la última vez que volvería a oír el nombre de Kimberly. De alguna manera, éste ya no me pertenecía. Ahora en adelante no tendría forma de llamarme (por el momento preferí que fuese así).
_ Tendrás muchas preguntas sobre nosotros._ Animó quedándose totalmente quieto a una distancia prudencial. Podía sentir su presencia cercana por su sangre pero también su lejanía. Algo difícil de comprender.
_ ¿Es cierto todas las leyendas a cerca de los vampiros? Espejos, ajos, crucifijos, agua bendita, luz solar,… ¿Qué es cierto?_ Pregunté recordando las viejas películas que Sarah solía llevarme a ver a causa de ser una forofa del género de terror. Las disfrutaba tanto que a veces solía estar hablando de una película de terror durante horas y horas, incluso días. Las había visto casi todas. Desde las películas de “Drácula” de Cristhoper Lee hasta las más modernas de las que siempre acaba ciertamente decepcionada. “El cine dejó de ser lo que era” solía decir cuando la película que acabábamos de ver no le había gustado.
_ Somos cadáveres, no espectros, por lo que si podemos reflejarnos en un espejo. Los ajos desprenden un olor desagradable pero no por ello morimos por tenerlos cerca. Los crucifijos es también un falso mito que los antiguos aldeanos del siglo V se inventaron para diferenciar a los humanos de los vampiros en casos de dudas. Lo que nos beneficio sin que su ignorancia se diera cuenta de ello. _ Soltó una breve risita malévola._ Eran demasiados idiotas por aquella época.
_ ¿Y el agua bendita y la luz solar?
_ El agua sigue siendo otro rumor falso que los aldeanos inventaron en su tiempo. Pero la luz del sol es algo completamente distinto a lo que se han visto en las películas._ Dio varios pasos de un lado a otro al mismo tiempo que me volvía para observarle._ En cierto modo nuestra piel es frágil cuando la exponemos al sol, incluso puede arder bajo ella pero solo en caso de llevar tiempo sin alimentarnos de sangre. Nuestras heridas se cicatrizan y se curan rápido. Algunos vampiros poseen habilidades especiales que los hacen inmunes a los rayos.
_ ¿Inmunes?_ La imagen de mi mano abrasándose bajo los rayos del sol aparecieron en mi mente.
_ Son casos excepcionales. También están los que curan sus heridas a una velocidad imperceptible si beben la suficiente cantidad de sangre. Solo algunos vampiros han podido obtener esa habilidad con el transcurso del tiempo.
_ ¿Cuándo se me quitara estas ansias de beber sangre?
_ Nunca._ Respondió con firmeza._ Deberás combatir con ello hasta que tu cuerpo se acostumbre. Si nos alimentáramos de los humanos hasta dejarlos sin una gota de sangre, tanto toda nuestra existencia como la de ellos se extinguiría. _ Torció una sonrisa retorcida._ Sería el fin de ambas razas._ Se detuvo llevándose las manos a la espalda, poniendo posición de antiguo conde. Daba la impresión de tener más años de los que él mismo dejaba entender. Algunas veces pensé que era de la Edad Media pero otras veces podía ver en él ciertas cualidades de los romanos. Estaba segura que era uno de los vampiros más antiguos que había tenido suerte de conocer. _ Hay muchas leyendas sobre nosotros pero también las hay de otras criaturas. Al fin y al cabo, todos somos hijos de la oscuridad, y algunos somos más reales de lo que los mortales creen saber.
_ La ficción puede resultar ser real como la vida misma, ¿no crees?_ Comenté sarcásticamente.
Volvió a torcer una amplia sonrisa, borrándola segundos después para poner su habitual expresión fría.
_ Antes de que expandas tus alas debemos asegurarnos que puedes controlar las ansias de sangre, que puedes defenderte y atacar, y que conoces todas las formas que nosotros tenemos para morir.
_ ¿Qué hay de las estacas?_ Le pregunté riéndome al mismo tiempo. Resultaba una idea descabellada pero ¿por qué no? Todas las historias de vampiros tenían una estaca en común. Podría ser cierto en ese punto.
_ Si quieres creer en las leyendas me parece bien pero cuando te claven la primera estaca de madera no te sorprendas si lo único que hallas es dolor. _ Relajó los brazos pero endureció aún más la expresión de su rostro._ Solo tenemos tres formas de morir y cada una corresponde a la categoría de vampiro que seas. _ Comenzó a numerar con la mano sin dejar de mirarme._ La única forma de matar a un vampiro de sangre corriente es cortándole la cabeza o atravesándole el corazón con plata._ Número la dos._ En el caso de ser una vampira reciente, con que solo penetren tu cuerpo con metal es suficiente. Y…_ Señaló la número tres._ … en el caso de los vampiros antiguos, los de sangre pura y los de sangre negra pueden morir si se les arranca el corazón y lo destrozan. Supongo que tú tienes una forma mucho más interesante de morir. Rápida y sin dolor._ Aprovechándose de su gran habilidad se colocó detrás de mí al mismo tiempo que colocaba el filo de una espada bajo mi barbilla y una mano en forma de garra junto a mi corazón. Sentía la plata cercana a mi piel, como si fuese abrasarla en cualquier momento. Y sus dedos no se movían pero deseaban hacerlo. El deseo fuerte de arrancar el corazón a un vampiro. _ ¿Puedes sentir la plata cerca? Cuando roza nuestra piel puede conseguir abrasarla como la exposición al sol y hacernos sangrar sin que la hemorragia se corte, al menos que se consuma la suficiente sangre fresca para cerrar las heridas. Esa es tu gran debilidad y solo el tiempo lo cambiara.
_ ¿Cuánto?
_ Un año de vida es suficiente para eliminar el problema.
_ Después obtendrás otra alternativa a la muerte pero serás lo suficientemente fuerte, rápida y hábil para evitar que ocurra. Por esa razón estoy aquí. Tienes un destino que desconoces y que no te puede ser revelado por el momento. Pero paciente, el tiempo transcurre a nuestro favor. Los días serán horas para ti y cuando quieras darte cuenta…, verás cómo el mundo ha evolucionado sin ti.
Apartó la plata de mi piel y su mano de mi pecho.
_ Protegerte debería ser primordial si quieres sobrevivir. Debes estar constantemente en alerta y vigilar tú alrededor para no llevarte una desagradable sorpresa._ Sugirió.
Rápidamente se aparto de mí, escondiendo el arma con la que tan solo unos segundos atrás había atacado. Demostró uno de los peligros que conllevaba la nueva vida. Siempre alerta, constantemente precavida y para toda la eternidad intentando sobrevivir ante las adversidades y las criaturas que acechaban en la oscuridad. ¿A quién debía de temer más, a vampiros recién convertidos o a los más antiguos? En esta nueva vida se debía de temer cualquier criatura cuyo deseo fuese matar. Ese era el precio a pagar por ser una maldita vampira. Un precio que nunca debí pagar a pesar de que el destino quiso que fuese así.
_ ¿Qué es lo que deseas realmente?_ Preguntó sin dejar de mirarme. Daba la impresión de intentar leer mis pensamientos más ocultos. Averiguar si mis palabras eran verdaderas, o si lo contrario, mentía por miedo.
_ Venganza. _ Contesté con firmeza. Ni siquiera tembló mi voz al pronunciar aquella palabra.
_ ¿Qué es lo que deseas realmente?_ Volvió a preguntar desconfiando de mi respuesta anterior. _ Para contestar debes conocer bien la respuesta. _ Dijo seguro de sus palabras.
Cerré los ojos, exhale profundamente. Dejé la mente completamente en blanco, concentrándome para escuchar lo que mi interior tenía que decir al respecto. Solo así podía hallar la respuesta que él esperaba. Y varias imágenes volvieron a golpearme para señalarme aquello que más ansiaba.
“John me miraba con una adorable sonrisa formada en sus labios. Esperando a que volviese a su lado para permanecer juntos como le prometí en una ocasión. Pero el pecho me dolía profundamente por no poder cumplir mi palabra. Yo ya no podía estar a su lado. Y cuando ambos comprendimos la realidad a la que nos tocaba enfrentarnos…, su rostro cambió por completo. Se volvió pálido hasta llegar a ser blanca como la nieve. Sus ojos ya no había comprensión sino dolor. Y su mirada… tan dura y fría por el despecho. Pero… de su pecho comenzó a mancharse de rojo. De su boca sobresalía un largo hilo de sangre. El aroma que tanto me llamaba había vuelto para enloquecerme. Quería ayudarlo, abrazarle con todas mis fuerzas pero el olor a sangre me impedía hacerlo. Y su rostro… ya no era el de John, sino que, ahora se trataba de Sarah. Un segundo más tarde era otra persona completamente desconocida. Al otro segundo era una vieja compañera de instituto. Al otro segundo era un profesor del colegio de primaria. Después era mi vecina con la que nunca había entablando conversación. Miles de rostros apareciendo y despareciendo a gran velocidad hasta que en uno se detuvo para darme la respuesta. El maldito ser que robo mi vida, que me alejo de todo lo que amaba,…. Estaba delante de mí con sus manos manchadas por mi propia sangre y sonriéndome victorioso por haber conseguido cumplir su objetivo. Se llevó la mano a la boca para saborear mi sangre, mostrando así sus dos enormes colmillos. Y dejamos de estar solos para encontrarnos en medio de una calle transitada donde cientos de personas caminaban de un lado a otro ignorando a nuestras bestias. Solo él estaba concentrado en mí, olvidándose del resto de sus posibles víctimas. Indicándome que yo era especial para él por una razón que desconocía. Tantas preguntas deseaba que fuesen respondidas, y lo serían.”
Abrí los ojos sabiendo la respuesta que debía de dar. Él se encontraba delante esperando a que yo dijera las palabras adecuadas.
_ Lo que desea mi interior es venganza, lo que me pide mi corazón son respuestas y lo que mi alma debe hacer es proteger aquellos a los que he abandonado._ Me sinceré.
Sonrió encantado por la respuesta que le acababa de dar. Comenzó a caminar de un lado a otro. A veces se comportaba como un simple mortal y se olvidaba de su fría naturaleza.
_ Aprenderás a moverte a gran velocidad y a percibir el peligro desde gran distancia. Ocultarte de los mortales como de los enemigos será primordial. Te mostraré como controlar la sed de sangre. Y deberás conocer todas las técnicas de lucha._ Se detuvo poniendo nuevamente sus ojos sobre mí, revisándome de arriba abajo._ A partir de ahora deberás desprenderte de tu pasado. No pensar en éste, y mucho menos, tener contacto con tus seres queridos. En adelante debes ser otra persona distinta con otra identidad. Nunca deberán relacionarte con Kimberly Watson.
_ No vuelvas a pronunciar ese nombre maldito._ Gruñí en respuesta.
Sonrió complacido por mi oportuno cometario.
_ El sol está a punto de salir. Vuelve a tu habitación e intenta descansar. _ Se acercó colocando su mano sobre mi hombro._ Me alegra que hayas tomado la decisión acertada._ Se apartó dejando su mano caer y volviéndose para darme la espalda.
Camino hacia adelante para situarse delante del cuadro.
_ ¿Quién eres realmente?_ Más que una pregunta era una petición. Nunca mencionó su nombre a pesar de las dos largas charlas que mantuvimos desde mi llegada.
_ Puedes llamarme Ewan.
_ Y a mi Kisha._ Dije sin pensar ya que ese nombre significaba mucho más de lo que cualquiera podría haber sospechado. Un nombre que perteneció a mi madre, la cual nunca conocí porque murió cuando era pequeña. A veces dolía la idea de no haber muerto para reunirme con mis padres pero si quería sobrevivir en esta selva debía dejar el dolor apartado a un lado y seguir hacia adelante con la seguridad en mi misma.
Salí de la sala y caminé por el largo pasillo para dirigirme a la habitación. Cuando tan solo faltaba dos metros para llegar la mujer, cuyo nombre desconocía, salía. Supe al verla que para ella no era necesario ver mi presencia sino que la sentía. Su cuerpo temblaba aterrorizado al verme pero intentaba evitar a toda costa que yo me percatase de ello. Un miedo que ella debía conocer en toda su esencia. Caminó deprisa sin apenas dedicarme una sola mirada. Quise detenerla para pedirle que no se asustara de mí pero… ¿cómo reprocharle el miedo si yo misma había sentido lo mismo en una ocasión? Incluso, tenía miedo de mi misma por esta nueva naturaleza.
Abrí la puerta y crucé, cerrándola tras de mí. La mujer había dejado una toalla y algo de ropa limpia encima de la cama. Por alguna razón desconocida ella obedecía a Ewan a sabiendas de ser un vampiro. ¿Lealtad por un ser que podría acabar con su vida? Debía sentirse a salvo a su lado, ¿podría haber otro motivo? Cogí la toalla y me metí al baño al mismo tiempo que me quitaba la ropa y la dejaba caer al suelo. Abrí los grifos dejando que el agua saliese lo más ardiente posible. ¿Sería capaz de sentir su ardor o solo habría frio? Mi piel era blanca y helada como la misma nieve. Al fin y al cabo era un cadáver andante que recientemente había salido de su propia tumba. Colgué la toalla en el toallero y sumergí la punta del pie para comprobar el estado del agua. Nada. Ni siquiera sentía algo de calor en la piel. Sumergí todo mi cuerpo desnudo en el agua y dejé que la paz me envolviese para olvidar por un solo instante la vampira que llevaba dentro. Cerré los ojos dejando la mente en blanco. No deseaba recordar el pasado, no quería pensar, solo saborear el estado tranquilo en el que se encontraba nadando mi subconsciente.
“Colmillos manchados de sangre. Miles de manos intentando acercarse a mí para agarrarme con desesperación. Ojos carmesí mirándome fijamente con la maldad escritos en ellos. Y a mi alrededor solo oscuridad, nada más que oscuridad.
_ “Sangre negra” _ Dijo la misma voz que me había estado persiguiendo en mis últimos sueños. La misma mujer que arrancó mi corazón estaba ahí, escondida en algún lugar en medio de todo aquel terrorífico caos.
Unas manos sobresalieron de las demás para cogerme de los pies y empezaron a empujarme hacia ellos. Caí al suelo intentando agarrarme a cualquier cosa que hubiese pero no había nada y esas manos seguían arrastrándome hacia dentro. “
Abrí los ojos rápidamente para despertarme de aquel sueño sin sentido. ¿Por qué me atormentaban de esta manera? No había cometido un crimen. No tuve la culpa de morir para después revivir como una hija de la noche. ¿Por qué tenía que lidiar con estos sueños que carecían de sentido? Todos mandando el mismo mensaje: no derramar la sangre. ¿Qué sangre, la mía o la de otro ser? Cada vez estaba más confundida con todo. Demasiadas cosas que asimilar desde mi despertar y ninguna que pudiera darme razones de mi muerte.
Volví a relajarme en la bañera pero esta vez no cerré los ojos sino que dejé que las horas fluyeran en normalidad. Tiempo era lo único que iba a sobrar en mi vida y eso ya lo había aceptado.
No vi el esplendoroso día pero si percibí su extremo calor. Era consciente de las consecuencias que sufriría si exponía mi piel ignorando el peligro. Ya no existía nada humano en mí y la piel abrasándose lo había demostrado en una ocasión. Nunca más podría sentir los rayos sobre todo mi cuerpo. Ver el maravilloso amanecer se alejaba de mis posibilidades. Nunca más contemplaría esa bella imagen para deleitarme. Olvidarme de ser una chica normal entraba en mis nuevos planes para sobrevivir en un mundo donde la sangre era pagada con la muerte.
Durante las horas del día no dormí, no cerré los ojos. Era difícil cerrarlo ya que suponía un nuevo encuentro con la bestia que me arranco de la vida y con mis temores. En todos mis sueños la sangre me seguía a cada paso que daba, siempre fija, siempre mostrándome mi naturaleza. Y los cadáveres de miles de personas con el horror marcados en sus miradas. ¿Olvidar? No, incapaz de borrar la sensación de impotencia cuando me encontraba ante la posibilidad de salvar sus vidas. Ignoraba como hacerlo. Preguntarme ¿por qué esas imágenes? Constantemente. Resultaba inevitable no cuestionarme la razón de ello. Del mismo modo que me preguntaba qué razón existía para ver todo aquel horror, también entraba en juego el significado que querían transmitir. De algún modo sentía que estaba siendo castigada por ser un vampiro, por tener un nuevo yo que nunca deseé. Ese era el precio que tuve que pagar sin haberlo pedido. Lo único de lo que estaba segura era la decisión de cobrarme la deuda que me habían dejado, y para ello debía de buscar a la bestia y vengarme por alejarme de todo lo que más amaba. Ahora poseía la oportunidad de evitar que mis sueños se convirtiesen en realidad. No más muertes innecesarias que aquellos que habían sido arrebatados de la vida para ser transformados en simples peones cuyos hilos movía la bestia que en una noche trágica conocí.
Inconscientemente recordé el aroma a sangre de mis sueños. Deliciosa y fresca en toda su esencia. Aclamando toda mi atención. Rápidamente lleve ambas manos a mi garganta, me ardía tanto que llegaba a doler. Una sensación escalofriantemente habitual en mí. Odiaba tener la necesidad de alimentar el depredador que guardaba en mi interior. No quería alimentarme con sangre. No quería matar a ningún humano por tener que sobrevivir. Debía soportar el dolor que producía no saciar mi sed. ¿Cómo iba a ser capaz de beber la sangre de una persona? Ni siquiera sabía el modo de usar los colmillos. Introduje la punta de los dedos al interior de mi boca y temblorosamente los busqué pero no estaban donde se suponían que debían estar. Acaso ¿iba a ser la única vampira sin colmillos con los que morder?
Me levanté de la bañera, saliendo de ella para colocarme delante del espejo. Pasé la mano para quitar la parte de vaho que el vapor del agua caliente había dejado. Observé detenidamente mi reflejo. Aparentemente seguía siendo la misma. Mi larga melena ondulada y rubia que descansaba, mechón por mechón, sobre mis hombres y caía hasta la mitad de mi espalda. Aún mantenía el color esmeralda en mis ojos aunque lentamente estaban cambiando a un color más intenso, incluso más oscuro. Labios definidos y carnosos. Y mi piel… había palidecido hasta parecer un cadáver viviente (lo que realmente era). Abrí la boca y volví a buscarlos. ¡No tenía colmillos! ¿Saldrían más adelante? O ¿solo cuando fuese el momento de beber sangre? Pero… ¿qué sabía realmente de los vampiros? Solo lo que Ewan me explicó. Mitos que no eran del todo ciertos y las diferentes formas de morir dependiendo de la clase de vampiros que se fuese. Todo lo demás referente a los vampiros era desconocido para mí. Sabía algunas cosas basándome en el cine pero por lo visto casi todo lo que Ewan me dijo, la mayoría de las películas eran simples mitos que sacaban a los vampiros fuera del contexto real. Nadie suponía que su existencia llegase a real. Algo que nunca imaginé conocer de primera mano.
Seguí observando mi reflejo durante más tiempo. Buscando cualquier extrañez en mi cuerpo. Se podría decir que por un lado temía que mi apariencia cambiase al de un monstruo de las típicas películas de terror. Me negaba una evidencia crucial. Al fin y al cabo ya era un monstruo, una bestia, una hija de la noche. Tantos nombres para referirse a los vampiros pero ninguna que asegurara humanidad en ellos. Todos estos pensamientos no eran más que batallas con las que lidiar para entender qué era. No bastaba con lo que me dijeran sino que debía de averiguarlo por mí misma. Deseaba conservar la cordura y la pequeña humanidad que logré conserva en una pequeña parte guardada en mí ser durante la transición. Pero sin embargo debía de empezar a conocer esa otra parte que lentamente crecía y tarde o temprano iba a salir a la luz para oponerse.
Tocaron a la puerta, apartándome de mis pensamientos. Rápidamente agarré el albornoz que colgaba en el perchero pegado detrás de la puerta. Me lo envolví, atándolo por mi cintura y salí del baño.
Caminé hacia la puerta pero justo en el instante que estaba a punto de abrirla percibí ese aroma especial que enloquecía mi cordura. Tan sabroso al otro lado, como si el mejor trozo de carne hubiese sido colocado ahí para “ponerme los dientes largos”. La sensación de ardor en la garganta apareció repentinamente. Llegaba, incluso, a dolerme más que en otras ocasiones. Con tanta intensidad que las lágrimas estuvieron a punto de salir… (Un vampiro nunca podrá llorar, pero sí su alma. Lágrimas por la pena de sufrir un daño que no merecía). Llegaba a resultar insoportable, como si miles de agujas se clavasen en la garganta con la única intención de torturarme. Comencé a gemir por el dolor. Caí al suelo de rodillas al mismo tiempo que llevaba mis manos a la garganta. Y solo un único deseo apareció en mi mente “¡beber!”.
La puerta se abrió y la mujer entró en la habitación. Se acerco corriendo, tirándose al suelo de rodillas para situarse a mí mismo nivel. No dijo ni una palabra. Y yo no la miré a la cara. No podía hacerlo. Temía hacerlo. Ella me agarró del brazo para levantarme. Los latidos de su corazón surgieron del silencio para romperlo e hipnotizarme con su sonido tranquilo. Y el aroma a sangre se intensificó con más gravedad. Cerré los ojos y la bestia salió de su escondrijo. Me abalancé sobre ella, colocándome encima suyo. Olfateé el olor que sus venas desprendían. Dulce y embriagadora. Un trozo de carne bajo mis garras. Me acerque a ella para saborear con la punta de la lengua su piel delicada, su vena. Sentí dos fuertes pinchazos en el interior de mi boca. Era demasiado el deseo de beber su sangre que no llegué a sentir dolor alguno. Abrí la boca y fui acercándome milímetro a milímetro, pero mi alma intentaba impedir los propósitos de la bestia, resistiéndose con toda voluntad pero su intento resultaba inútil a causa de su debilidad, a causa del fuerte deseo. Y de repente algo golpeó mi vientre con tanta fuerza que me apartó de ella a gran velocidad para acabar estampándome contra la pared. Caí al suelo, deslizándome lentamente mientras la razón volvía a recuperar el lugar correspondiente.
La mujer se levantó del suelo, elevando su cuerpo. La punta de sus pies no rozaban el suelo. Se puso en pie como si alguien invisible la ayudase. No iba a perdonarme, algo que su mirada rabiosa dejaba claro. Sus ojos se volvieron blancos y de su mano comenzaron a salir chispas de electricidad. De su cuerpo surgieron numerosos brazos invisibles que se acercaron a para agarrarme. Con la otra mano las movía a su voluntad. Me cogieron de las manos, de la cintura y del cuello, levantándome e incapacitándome para evitar escapatoria alguna. Intenté resistirme pero aquellas manos, apenas perceptibles, me agarraban con fuerza. Sus ojos blancos comenzaron a oscurecer. Numerosos hilos negros invadieron su rostro como si se tratasen de venas que no poseían sangre. La bola de energía seguía haciéndose cada vez más grande, acumulando tanto poder en ella con el fin de destruir mi cuerpo inmortal. Y abrió su boca para pronunciar unas palabras carentes de significado.
“Noche oscura te llamo,
Poder negro te reclamo,
Entra en mi cuerpo
Para así cumplir mi deseo.”
Dijo canturreando con una voz tan fina y dulce que daba escalofríos escucharla cuando su mirada y la presión de su rostro indicaban todo lo contrario. Y ese magnífico poder llegando a sus manos, acumulándose en esa bola brillando de intensidad, con un poder inimaginable. Solo surgió una pregunta en mi mente. ¿Qué era ella?
Sus ojos emitieron chispas cargadas con tanta fuerza que el suelo bajo sus pies temblaba, una energía que la rodeaba como un escudo pero que pronto desapareció para unirse a esa gran bola que estaba lo suficientemente grande para ser disparada hacia su blanco.
No cerré los ojos. Ni siquiera la culpaba de ello. Al fin de cuentas había sido yo la causante de tal situación. Si hubiese podido soportar las ansias de sangre…, puede que… esa noche no hubiese descubierto su verdadera identidad. Esperé a su ataque.
Ewan apareció de la nada, detrás de ella. Sujetó su brazo con fuerza para así detener su golpe maestro. Ella desvió la mirada para verle, furiosa y frustrada por no poder continuar pero después dejo salir un suspiro y se detuvo por sí misma. Bajó el brazo vencida. Los brazos que me sujetaron desaparecieron justo en el mismo instante que ella se volvió y se dirigió hacia la puerta para salir por ella sin mirar atrás. Caí al suelo quedándome de rodillas frente a ellos. Esperaba su explicación pero, en cambio, no dijo nada. Solo siguió hacia adelante sin reproches de quién había comenzado o qué motivo había ocasionado tal situación conflictiva. Solo un silencio por su parte y una mirada de disgusto en los ojos de él.
_ No deberías enfurecerla._ Sugirió no tan amablemente.
_ Si hubiese sido a propósito no me hubiese salido tan bien. _ Dije torciendo una sonrisa fingida mientras mis manos seguían temblando por la sed.
_ Te ves mal._ Dijo suavizando la voz. _ ¡Demetry!_ Exclamó.
Dió varios pasos acercándose. Extendió su brazo ofreciéndome su mano. Un recordatorio de aquella noche en la que estaba perdida y confusa por los acontecimientos de mi nueva vida como inmortal. Fue esa noche que experimenté por primera vez el hambre, las ansias de beber sangre. La primera vez que manche mis manos. La primera vez que supe que nada bueno andaba en mí. Aparté su mano delante de mis ojos.
_ Esta vez no necesito tu mano para levantarme._ Dije ariscamente. Era hora de dejar de mostrar debilidad y aceptar las consecuencias de mis actos.
Me levanté del suelo con cierta dificultad, las piernas me temblaban incapaces de mantenerme por mucho tiempo en pie pero fingí fuerza, una fuerza que no poseía en esos momentos. Débil resultaba ser la palabra más adecuada para referirse a la causa del repentino estado en el que me encontraba por la falta de alimento. Y esa debilidad había estado a punto de ocasionar una muerte inocente, algo que si hubiese sucedido nunca me lo habría perdonado. Liberar solo por un breve instante esa bestia encarcelada en el interior. Me detestaba por ello, me odiaba a mi misma por no ser capaz de mantenerla entre los barrotes que logré levantar para evitar su escapatoria. ¿Cómo iba a ser capaz de perdonarme la sensación de ceguera por las ansias de sangre? A punto de arrancar la carne con estas garras que una vez fueron manos. A punto de perforar el cuello para absorber el único liquido capaz de deshabilitar mi lado humano.
_ No debes ser tan dura contigo misma por tu debilidad. Aún estas conociendo tu nuevo ser, esta nueva vida. _ Dijo con suavidad intentando quitar importancia a lo ocurrido.
Caminé hacia la cama donde deje caer mi cuerpo, sentándome sin dejar de mirar las manos que aún seguían temblándome, como una drogadicto que lleva varios días sin consumir. Además el miedo de ver la compasión y la compresión en su mirada no me hacia ningún bien. Era encontrarme con esos ojos para sentirme como la maldita bestia que en realidad era.
Se acercó quedándose enfrente, a poca distancia. Levantó su brazo y llevo su mano hacia mi garganta que cada vez ardía con más intensidad hasta el punto de ser incapaz de articular palabra alguna sin sentir dolor.
_ Sé lo difícil que resulta beber pero debes empezar a acostumbrarte a ello si quieres sobrevivir y ya tomaste esa decisión. _ Me recordó.
Su voz dulce llegaba a tranquilizarme pero no borraba la angustia que sentía.
_ ¿Por qué…?_ Tragué con dificultad._ ¿Por qué tenemos que matar para sobrevivir? ¿Por qué en definitiva somos animales?_ Pregunte sin mirarlo a los ojos._ Al fin de cuentas somos los depredadores más peligrosos, podemos cazar a humanos sin que nos descubran y todo por supervivencia.
_ No somos los únicos depredadores. En este mundo existen criaturas de las que nunca has oído hablar o que simplemente creíste que eran mitos. _ Explicó con seguridad.
De repente la imagen de la energía saliendo del cuerpo de esa mujer apareció en mi mente. ¿A caso se trataba de una criatura mágica? ¿Un hada? Demasiado increíble para ser cierto pero tampoco supe de la existencia de vampiros hasta que fui convertida en uno. Entonces, ¿podría ser cierto la existencia de ese tipo de criaturas? Supongo que en este mundo todo era posible.
_ ¡Demetry!_ Exclamó. Levanté la mirada para comprobar que seguía mirándome fijamente con la preocupación enmarcada en su rostro. Un cuadro lleno de ese sentimiento unido por la culpabilidad.
Un hombre de unos cincuenta años de edad, de piel arrugada por la vejez, cabello canoso pero de tez pálida como la de un vampiro, ojos color de la noche y movimientos de los de un hijo de la oscuridad, apareció detrás de él.
_ ¿Me llamaba? Mi señor_ Contestó al mismo tiempo que se inclinaba hacia adelante para hacer una reverencia. Su voz guardaba celosamente un cierto acento extranjero que nunca antes había escuchado.
Llevaba la típica vestimenta de un mayordomo del siglo XVIII. Traje de chaqueta gris oscuro con mangas largas y una camisa blanca con ciertos volantes. Un reloj de bolsillo bastante antiguo pero cuidado perfectamente. Y sus gestos eran serviciales, sin embargo su mirada era precavida por mí, por Ewan. Daba la impresión de obedecer ciegamente a su amo por miedo a ser desterrado o castigado con una muerte eterna.
_ Trae inmediatamente “čerstvá krev“._ Ordenó en otro idioma.
_ Por supuesto._ Contestó antes de alejarse a gran velocidad.
_ No me has dicho que es ella. _ Le acusé.
_ Creo que te puedes hacer una pequeña idea con los acontecimientos de esta noche. _ Evadió._ Solo ella tiene el derecho de revelar sus secretos.
Bufé furiosa por sus evasiones. No contestaba a mis preguntas.
Demetry, el mayordomo regresó sujetando una copa en sus manos. Una copa llena con una sustancia roja muy familiar para todos los que aún permanecíamos en la habitación. Su aroma fresca impregnaba todo el lugar, enloqueciéndome por segundos. Las manos temblaban deseosas de coger esa copa y mi lengua se deslizaba por mis labios impaciente por bañarse en aquel líquido. Y la garganta… en llamas pidiendo ser apagada. Pero una parte de mi intentaba impedir lo inevitable. Castigaba mi mente con imágenes del pasado, con acontecimientos de los que era culpable por dejar a la bestia libre. Esos tres hombres descuartizados delante de mis ojos. La mirada asustada de esa mujer que acabó bajo mis garras. Los ojos sin vida de los rostros de mis sueños. ¿Por qué me castigaban así? Solo quería apagar esa sed que me volvía loca por saciar. Yo no era culpable por desear aquello que más detestaba obtener.
_ ¡Aleja eso de mi vista!_ Grité desviando la mirada para otro lado mientras me encogía y me abrazaba a mi misma para evitar que me viesen temblar.
_ Tú misma._ Comentó encogiéndose de hombros._ A ver cuánto tiempo soportas sin beber hasta que la locura te invada y se adueñe de tu razón, y te obligue a hacerlo. _ Dijo furioso por mi reacción._ Tarde o temprano tendrás que habituarte a esto si no quieres acabar matando a alguien._ Sus palabras llegaron a mi pecho transformadas en apuñaladas. Utilizó lo sucedido para obligarme a entender que no tenía escapatoria.
_ Vete… a la… mierda._ Dije con cierta dificultad.
Se volvió dándome la espalda y salió de la habitación dejando un rastro de malhumor por el camino. Furioso por mis palabras, mi actitud, por mi lucha interior. No iba a convertirme en un maldito ser que se alimenta de sangre para sobrevivir, para alimentarse. Nunca, jamás lo haré si ello significa no matar a nadie.
El mayordomo colocó cuidadosamente la copa en el suelo y salió rápidamente de la habitación cerrando la puerta a su paso. Colocada delante de mí para ser castigada, para odiarme con más fuerza. Mis ojos se clavaron en el líquido rojo, centrándose en su textura y color.
_ “¿De verdad piensas morir por no beber sangre?” _ Preguntó una voz idéntica a la mía._ “Eres una estúpida si piensas que así vas a solucionar tus problemas”_ Dijo burlándose.
Levanté la mirada para comprobar que yo estaba delante pero mi apariencia era totalmente distinta. Mi cabello era oscuro con dos largos mechones blancos, mis ojos eran de un cierto color carmesí y tenía la mirada segura y decidida. Llevaba un largo vestido negro de tirantes y botas largas de tacón fino del mismo color. Y una cruz roja colgada en el cuello. Las uñas de mis manos y mis labios del mismo color de la sangre. Era yo pero con la bestia totalmente liberada y ocupando su lugar correspondiente.
_ “No niegues lo evidente”_ Dijo riéndose con diversión en su sonido._ “Pronto serás yo y eso… no podrás evitarlo”_ Previno sin dejar de sonreír.
_ ¡Vete al infierno!_ Le grité defendiéndome de sus ataques.
_ “Tienes que aprender diferenciar el infierno que tú misma creas con el infierno que pronto invadirá el mundo”
Se acercó deteniéndose a menos de medio metro de distancia. Me miró sonriendo y acercó su mano para agarrarme del mentón y obligarme a ver sus ojos.
_ “Mírate. Tiemblas por negarte a beber y mientras esa sensación de angustia te va invadiendo por dentro por culpa de tu testarudez.” _ Apretó el rostro con fuerza clavando las yemas en la piel._ “No eres más que una criatura indefensa y fácil de eliminar”_ Soltó mi rostro. Me golpeó con todas sus fuerzas tirándome al suelo, cerca de la copa y provocando que mis ojos se quedaran hipnotizados por la sangre. _ “Solo eres una maldita estúpida que deja que la debilidad la domine”_ Posó su pie en mi espalda, presionando con la punta del tacón, penetrando lentamente._ “Estas tirando a la basura esta segunda oportunidad”_ Presionó con más fuerza.
Con sus fuertes manos me volvió para volverme a obligar ver su cruel rostro. Sonreía malévolamente, disfrutando de la desesperación de mi mirada.
_ “No niegues lo evidente”
Se inclinó hacia mí al mismo tiempo que cogía la copa y la acercaba a mi boca mientras sujetaba mis brazos con su otra mano. Dejó caer gotas de sangre a mis labios. Tan peligrosamente cerca. Su aroma penetrando en mi interior sin poder evitarlo.
_ “No te resistas”_ Ordenó mostrando sus colmillos._ “Tú y yo somos el mismo ser. Nunca podrás huir de la sangre”
Mi boca se abrió para dejar salir la lengua que comenzó a saborear la sangre. Un sabor delicioso y embriagador, un sabor por el que mataría sin pensar. Un sabor único que solo podía apagar esas ansias que me corroían por dentro. Agarré la copa y la sostuve entre mis manos, la incliné dejando que todo aquel magnifico liquido cayese dentro de mi boca, deslizándose en mi garganta y envenenando mi alma. Dejándome llevar por mi naturaleza como ella había ordenado. Cumpliendo hasta la última palabra que ella había dicho.
Ella desapareció ante mis ojos, torciendo en sus labios una sonrisa victoriosa.
Apoyé la mano, incorporándome lentamente hasta quedarme sentada en el suelo. Buscándola alarmada. Pero ella no volvió y en su lugar solo encontré la copa vacía en mi mano. No quedaba ni una sola gota. De mis labios se deslizó un fino hilo de sangre que rápidamente limpié con la mano. Levanté la mirada. Mis ojos encontraron la imagen de una mujer cuyos ojos resplandecían del color carmesí y de su boca sobresalían dos afilados colmillos manchados de sangre. Esa mujer era… ¡Yo!. Furiosa, traicionada, dolida,… lancé la copa contra ella rompiéndola en varios trozos de cristal que acabaron delante de mí para castigarme con miles de imágenes del monstruo en el que me había convertido.
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